Sin duda, una de las tradiciones más aclamadas por los habitantes, vecinos y hasta turistas de Ixtapan de la Sal, particularmente en Tecomatepec, una de las principales localidades de este Pueblo Mágico, es la que se vive la noche del 1 de noviembre conocida como "Muertear" o "Conejear".
"¿Vas a ir a muertear?", entre las cuestiones que en esta temporada de Día de Muertos se preguntan los moradores de este pueblo, que se ubica a cinco minutos del municipio mexiquense, donde amigos, familiares o conocidos se reúnen para emprender una nocturna visita a las casas de esas personas que partieron de la vida en ese año y por lo tanto, sus almas llegan por primera vez a las ofrendas expuestas en los altares dedicados para ellos a través de su foto, denominado como vela nueva.
Una vez citados en un punto de reunión, los visitantes se cercioran de tener la cantidad de velas (ceras o veladoras) equivalente a los altares a los que acudirán, claro, siempre y cuando los familiares de esa alma hayan decidido "esperar", es decir, abrir sus puertas al público.
Cuando los caminantes, aunque también hay personas que prefieren ir en autos, emprenden su ruta (elegida a su común conveniencia, muchas veces iniciando por los que están más cerca de donde se citan); la misticidad se eleva por la oscuridad de la noche, el viento frío, el acompañamiento de la luna de octubre (cuando el clima es favorable), pero sobre todo el ambiente generado entre los participantes, a los que muchas veces se les sorprende contando las historias alusivas a esta tradición, así como las de terror, los "encantos" (leyendas, historias) atribuidas a los cerros que rodean Tecomatepec o sobre los difuntos de los altares.
Al llegar a la primera parada (hogar donde esperan con vela nueva), uno de los que va en el grupo se dispone a encender la cera o a entregársela a uno de los anfitriones de la casa, para después observar a detalle cada elemento expuesto en la ofrenda, en la que no sólo se encuentra la comida favorita en vida de esa alma que por su fotografía se identifica en el altar, también utensilios que referían la actividad, profesión u oficio de la persona extinta.
Asimismo, se pueden vislumbrar elaborados altares, monumentales, pequeños, con gran inversión, con lo necesario, tradicionales, fuera de serie, creativos; siempre variados, que logran atrapar incluso por los olores a copal, flores, pan, mole, fruta, que logran acaparar visualmente con los coloridos adornos de papel china, ilustre, los que dan esa variedad de detalles involucrados en el altar.
Las pláticas se hacen comunes entre el visitante y los anfitriones cuando algo de esa mesa llega a sorprender, o incluso para confirmar si la música que suena era la favorita del difunto. El "chisme" también es parte de la naturalidad de estas visitas, pues quienes no conocieron en vida a la persona pues desean enterarse de quién era, mientras degustan de un vasito de licor de nanche, anís, zarzamora, rompope, "coyote" (bebida tradicional de la región sur).
Antes de retirarse y continuar el paseo, los invitados reciben como cortesía algún alimento que la familia tuvo a bien de obsequiar, entre ello natillas, pozole, caldo de camarón, tacos de carne, consomé, atole, etcétera. Que más valía no haber desayunado ni comido para muertear a gusto.
Cabe destacar que esta tradición también se realiza el 31 de octubre, pero a diferencia del 1 de noviembre, se visitan los altares de los niños que fallecieron mientras que el segundo día, los altares de los jóvenes y adultos que murieron en el año.