Arreola, Borges, Bukowski, Cortazar, García Márquez, Nabokov y Alice Munro son los grandes autores de relatos breves en el pasado cercano, si existiera una raíz común a todos, me atrevo a señalar a Chéjov como su referencia inmediata en el arte del relato breve.
Inagotable fuente, no solo de inspiración y estímulo para escribir, sino de técnicas literarias, inadvertidas para quien desea leer solo por distraerse un rato, pero si se buscan los secretos del cuento como una fórmula matemática (introducción, desarrollo y desenlace), cada relato chejoviano es una clase magistral.
La editorial Páginas de espuma, en un esfuerzo titánico, publicó en cuatro volúmenes todos sus cuentos. En el tercer tomo, los textos que escribió entre 1887 y 1893, una etapa de madurez literaria; su reconocimiento y fama habían traspasado fronteras. A finales del siglo XIX, Chéjov era ya en un potente escritor quien miraba la realidad rusa como Alice Munro mira la canadiense: episodios diferenciados que nosotros la gran mayoría, no percibimos, de ahí su gran aportación literaria.
Setenta y cinco cuentos de madurez técnica y temática, entre ellos “Champagne”, “El mendigo”, “El billete de la lotería”, “En Semana Santa”, “Repugnancia” y “Una casa vieja”, demuestran que la obra de Chéjov no solo retrata la realidad rusa, expone con cierta dosis de ironía o superioridad —como quien mira a través de un microscopio, pero sin dejar la empatía y la piedad—, la complejidad humana; en ocasiones decadente, en otras exultante (“El beso”), pero siempre reconoceremos en sus personajes un poco de cada una de sus lectoras y lectores, son las mismas emociones y deseos, ¿Quién no quiere dejar la mediocridad para vivir nuestros sueños?
Compra la obra completa de Chéjov, lee sus cuentos e intenta escribir como él, así aprenderás del mejor maestro.