Escribir es difícil, con la práctica sostenida se puede aprender a escribir medianamente bien, o puedes nacer con un talento extraordinario y cultivarlo, este el caso de Daniel Sada Villarreal. La práctica de periodismo me ha dado, además del entrenamiento de la escritura, algunas —pocas— sorpresas muy agradables, conocer a Daniel Sada es sin duda alguna, la mejor; generoso con su tiempo, siempre dispuesto a hablar de literatura.
Me sucedió con él lo mismo que le pasó a Adriana Jiménez, su viuda y custodia de su obra, Adriana se enamora primero de sus libros, el resto es su historia como pareja.
Quise conocerlo a partir de esa magia, esa cadencia y poder hipnóticos de su escritura tan norteña, directa y divertida. Sada es (porque sigue siéndolo), dueño de un estilo único, al mismo tiempo cautivador por lo sencillo y directo, pero exigente y de una perfección poética infrecuente en la narrativa.
Daniel Sada nació en 1953 en Mexicali, murió en noviembre de 2011 en la Ciudad de México por una nefropatía de su avanzada diabetes. Escribió y publicó poesía, cuento y novela, clasificarlo como autor barroco y tragicómico es reducir el placer de leerlo, pocos autores mexicanos lograron un estilo tan inconfundible como espléndido, creó un lenguaje único. Leerlo es tomar un vuelo directo al desierto, hasta Sacramento, Coahuila, para sentir cómo quema el aire la nariz y la piel, oír el habla de su gente y sentir el amor por los paisajes en apariencia despoblados donde un niño, Daniel, forja su patria literaria.
En una esquina de su sala, tenía una mesa, su mesa de trabajo. Cuando la vi pensé: ahí es donde nace tanta magia. Algunos autores mexicanos (solo algunos), parecen disfrutar al escribir de la forma más inaccesible posible, en Daniel Sada, iniciar la lectura es comprobar en qué radica su grandeza: es tan divertido, tan ingenioso en el manejo de los personajes, tanto como para atacarnos de risa o, simplemente, imaginar al autor, en ese espacio de su casa de la Condesa escribir con una gran sonrisa.
Ganó el Xavier Villaurrutia, el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares, el Herralde de Novela por Casi nunca y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Literatura (2011) sin saberlo, pues estaba en sedación profunda pocos días antes de su muerte; no obstante, sus lectoras y lectores celebramos la ironía, tan propia de su genio narrativo: el aviso oficial de este último reconocimiento se hizo público el 18 de noviembre de 2011, el día de su muerte.
Descansa en Sacramento o cualquier otro pueblo del norte mexicano, en tanto Adriana Jiménez y muchos de sus agradecidos lectores (incluida), esperamos el próximo anuncio de la oficialización de la Fundación Daniel Sada.