El gran cómplice del patriarcado, el machismo y la industria editorial es el silencio. Durante siglos se ha tenido en gran estima a la mujer prudente, a la que calla, que a la gritona. Se prefiere a la silenciosa como una piedra, sin atreverse a decir dónde le duele, si el alma, el cuerpo, o los dos. Esas mujeres fueron y son todavía muy deseables, lo expresa a la perfección el aforismo: calladita te ves más bonita.
Resulta y acontece —como dicen mis hermanas venezolanas—, las mujeres hemos tomado lápiz, pluma y papel o teclados y compus, para escribir en cualquier contexto imaginable: autobiografía, memorias, poesía, cuento, novela, ensayo o sus múltiples cruces genéricos. Si todas las mujeres tenemos hoy la invitación abierta para escribir(nos), no sucede lo mismo con la posibilidad de ser leídas, publicadas y criticadas. ¿Por qué? Porque para ellos una mujer es mucho más linda si se dedica a los roles asignados para ella, el cuidado de la casa y la familia. Así estaba la situación de cientos o miles de mujeres, quienes en sus ratos libres, escribieron, algunas tuvieron la fortuna de ser publicadas, pero casi ninguna fue admitida en la historia literaria en México.
Circulan en la red dos archivos, uno es la investigación doctoral de la mexicana Liliana Pedroza y el otro es Historia secreta del cuento mexicano, disponible en pdf para quien desee confirmar la existencia real de autoras talentosas, originales, interesantes, a pesar de tanto esfuerzo por ocultarlas. La Dra. Pedroza empezó a notar ese vacío en los temarios de lecturas universitarias; poco a poco completó el proyecto —visibilizar a las autoras mexicanas de cuento, de 1910 hasta 2017— el cual se concretó con la publicación del título mencionado.
Liliana, ¿de 2017, cuando mandaste a la editorial tu archivo (ya no se puede decir “manuscrito”, a la fecha, notas avances significativos en relación a la literatura escrita por mujeres en México?
Dra. Liliana Pedroza
“Dentro de la producción literaria en México existen avances en los últimos 40 años donde finalmente parece que las mujeres también existimos. Pero el mercado editorial y la crítica literaria ya nos habían tendido una trampa, pues, aunque las editoriales voltearon a ver la producción de las mujeres, los primeros crearon un producto dirigido a las mujeres lectoras, es decir, estimularon temáticas que reforzaban el estereotipo femenino; mientras que los segundos leían esos libros, pero desde la óptica de un fenómeno literario excepcional, (¡existen mujeres que escriben!) y siempre como algo aparte de los estudios literarios generales. La literatura escrita por mujeres, por regla general, no ha estado dentro del canon literario a menos que sus líneas temáticas estén dentro de lo normativo o, para decirlo pronto, “escriba como hombre”.
Perdón, escribo como mujer…
Pero, ¿qué ha pasado en los últimos 10 años? Por supuesto que existe mayor producción: hay más mujeres dentro de las universidades y en los espacios profesionales, hemos ganado más derechos. Ahora las mujeres publican más jóvenes porque hay mayores oportunidades. Pero eso no quiere decir que seamos más leídas. En los 90, con el efecto llamada del boom de la escritura de mujeres aparecieron muchas antologías de mujeres y muchos libros de autora pero han seguido sin ser tomadas en cuenta pues el ámbito del periodismo cultural, por ejemplo, no se las reseña, no se las entrevista. Entonces, esos libros tienen una vida muy breve en el mercado. Lo mismo sucede con los estudios críticos que para ser tomada en cuenta una mujer tiene que ser a través de los estudios de género, pero no desde los estudios literarios donde escriben los hombres. Actualmente es eso lo que sigue sucediendo, las mujeres cada vez más son incluidas en antologías, pero siempre desde la excepcionalidad y no corresponde proporcionalmente a la producción que hay ahora; y eso sucede con todo el mundo cultural: las mesas de lectura, los jurados, los homenajes en donde enmascaran las cifras para dar la impresión de inclusión de género. Por ejemplo: los premios Bellas Artes hay una participación de casi 40% de mujeres, pero estas están mayormente en los premios infantiles y juveniles en el que se refuerza el estereotipo de la mujer en el cuidado infantil y que no está capacitada para valorar los premios que tienen más prestigio artístico. Es decir, efectivamente hay más mujeres, pero no participan en igualdad en todos los espacios.
Sobre todo, en los últimos 5 años hay un esfuerzo de escritoras y editoras, desde sus pequeñas editoriales, por sacar adelante proyectos de mujeres. Y por supuesto, las grandes editoriales han visto la ventana de oportunidad para ganar dinero publicando más mujeres. Pero seguimos siendo excluidas del resto del circuito cultural. Por lo que percibo que en realidad las mujeres no hemos ganado mucho terreno desde los años 90. Todavía queda mucho por hacer desde la academia, el periodismo cultural y las instituciones”.
Gracias Liliana