Lola Ancira es una joven escritora mexicana, originaria de Querétaro (1987). Esta colección de cuentos es interesante; el estilo fresco, potente y certero también invita a cuestionar ese otro “cuento” relacionado a que las mujeres jóvenes y guapas (además de escribir muy bien, ella es editora y modelo), carecen de talento y perseverancia. Basta leer Tristes sombras, editado por la editorial tapatía Paraíso Perdido, para echar por tierra el estereotipo de la escritora como una mujer mayor, poco agraciada y encerrada en su torre, alejada de todos porque no se siente a gusto en el mundo. Esta es la prueba en contrario…
La ilustración de la portada no alcanza a representar con exactitud lo interesante de estos doce relatos. El ilustrador eligió la figura de un hombre y su hijo, tres máscaras y, debajo, Lecumberri, el Palacio Negro, pero los cuentos están tan bien construidos que no resultan desmoralizantes como podría sugerir el título y la ilustración, más bien sucede lo contrario para quien conoce las referencias mencionadas: Guanajuato, la Ciudad de México y Ciudad de Neza…te sientes en casa y parece que estas historias ya las habías oído.
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Sus personajes son mujeres y hombres, entresacados de la historia mexicana de un siglo atrás, fantasmas que tal vez podrían todavía vivir en antiguos edificios como Lecumberri, Palacio Nacional, el Manicomio General La Castañeda (hermosísimo edificio demolido para construir los multifamiliares Torres de Mixcoac), historias de seres vulnerables entresacados entre la ficción y la realidad. Estos relatos bien podrían culminar como base para cortos, documentales o, incluso, una película, son gratamente descriptivos.
Los doce cuentos de Tristes sombras no me parecieron ni terroríficos, ni siniestros, son una muestra de lo que se puede hacer si una joven mujer asume su escritura con entusiasmo y rigor.