/ miércoles 14 de noviembre de 2018

Un adiós para el juntador de palabras

Conocí personalmente a Fernando del Paso una mañana de junio de 2011, cuando él deambulaba por los pasillos del Fondo de Cultura Económica (FCE), tomándose un respiro en la revisión de galeras del que sería su próximo libro

Conocí personalmente a Fernando del Paso una mañana de junio de 2011, cuando él deambulaba por los pasillos del Fondo de Cultura Económica (FCE), tomándose un respiro en la revisión de galeras del que sería su próximo libro: Bajo la sombra de la historia (FCE, 2011), que recoge una serie de ensayos sobre el islam y el judaísmo. Por un momento dudé que se tratara de él: traía el rostro lampiño, sin su clásica barba blanca, con muchos kilos de menos, tampoco portaba ninguno de sus sacos de colores o calcetas rojas, o corbata amarilla, aun así don Fernando no pasaba inadvertido.

Unas semanas más tarde, nos dimos a la tarea de promocionar ese ensayo en el que el autor realiza un irreverente paseo por textos sagrados como la Biblia y el Corán. Después vino la Feria del Libro de Guadalajara, donde se presentó la obra y don Fernando abrió, como siempre, las puertas de su casa en Zapopan, para recibir a la prensa. Fue un privilegio colaborar con él y organizar su agenda.

Al año siguiente, 2012, el Fondo reeditó una de sus obras cumbres: Noticias del Imperio, para la cual el diseñador Alejandro Magallanes realizó cuatro interpretaciones de la portada a partir del torso de Carlota, emperatriz del Segundo Imperio Mexicano y protagonista de la obra.

Aunque esta novela no necesitaba ningún tipo promoción porque, al igual que Palinuro de México, José Trigo y Linda 67, ya formaba parte del canon de la literatura mexicana, don Fernando, otra vez, se mostró dispuesto a atender a los medios de comunicación, a presentar el libro y a recordarnos el tipo de escritor que era: “un juntador de palabras, a la sombra de la historia”.

Creo que Fernando del Paso era en especial gentil y tolerante con los reporteros porque él mismo ejerció el oficio de periodista.

En 1973 el prestigioso semanario inglés The New Statesman, una de las mejores y más serias publicaciones en el mercado editorial anglosajón de la época, celebraba la friolera de 60 años, con un “rostro” joven y sus páginas abiertas a la política, la economía, la crítica de arte y la literatura, con un espíritu “anticolonialista” y una línea editorial “digna de confianza”. Esta reflexión, entre otras, en torno a dicha publicación —que no llegó a ser una apología sólo por cuestiones de espacio, según confesó ahí mismo su autor—, marcó el ingreso de Del Paso al gremio periodístico, en una columna que tituló “Un Día de Éstos” y como colaborador del diario mexicano El Día —aunque en ese momento su residencia estaba fincada en Londres— a invitación expresa del director del periódico, Enrique Ramírez y Ramírez.

Del Paso vivió en Londres de 1971 a 1985; un año después fue nombrado consejero cultural de la Embajada de México en París, cargo que ocupó hasta 1989. Después se desempeñó como cónsul general de 1989 a 1992 y luego regresó a México, para residir en Guadalajara, donde asumió la dirección de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara.

Aunque podría considerarse que su ingreso al mundo de los artículos, las entrevistas y los reportajes era una consecuencia directa o lógica de su labor como escritor, en realidad Fernando Del Paso siempre aspiró a conservar su “pureza como novelista”, y sólo aceptó aquellas tareas por cuestiones financieras, ya que el sueldo que le pagaba en aquella época la BBC de Londres “no me alcanzaba para vivir”.

Son varios los escenarios desde los cuales el escritor hizo público su pensamiento, sus inquietudes literarias, plásticas e históricas, así como sus ideas políticas, y uno de ellos fue el periodismo, que practicó también en la revista Proceso, pasando por publicaciones como Interviú, Revista de la Universidad, Revista de Bellas Artes, Alfi l, Plural (en su primera época), Vuelta, Utopías y el periódico La Jornada, pero, salvo los dos primeros medios, en ninguno hizo “carrera”.

Nuestro querido maestro Fernando del Paso nació en abril de 1935 en la casa que era de su abuelo materno —José Morante Villarreal—, en la Calle de Orizaba 150, en la colonia Roma, donde su madre Irene lo parió aferradas a los barrotes de latón de la cabecera de la cama, con la ayuda del doctor La Torre, como lo narró el propio escritor hace algunos años con motivo de una placa conmemorativa que se colocó en dicho espacio.

Ayer el maestro Del Paso dejó este mundo y dijo adiós a su entrañable casa de la calle Andrómeda, en la colonia La Calma, una referencia casi poética para la geografía que habitó un grande de las letras mexicanas.






Conocí personalmente a Fernando del Paso una mañana de junio de 2011, cuando él deambulaba por los pasillos del Fondo de Cultura Económica (FCE), tomándose un respiro en la revisión de galeras del que sería su próximo libro: Bajo la sombra de la historia (FCE, 2011), que recoge una serie de ensayos sobre el islam y el judaísmo. Por un momento dudé que se tratara de él: traía el rostro lampiño, sin su clásica barba blanca, con muchos kilos de menos, tampoco portaba ninguno de sus sacos de colores o calcetas rojas, o corbata amarilla, aun así don Fernando no pasaba inadvertido.

Unas semanas más tarde, nos dimos a la tarea de promocionar ese ensayo en el que el autor realiza un irreverente paseo por textos sagrados como la Biblia y el Corán. Después vino la Feria del Libro de Guadalajara, donde se presentó la obra y don Fernando abrió, como siempre, las puertas de su casa en Zapopan, para recibir a la prensa. Fue un privilegio colaborar con él y organizar su agenda.

Al año siguiente, 2012, el Fondo reeditó una de sus obras cumbres: Noticias del Imperio, para la cual el diseñador Alejandro Magallanes realizó cuatro interpretaciones de la portada a partir del torso de Carlota, emperatriz del Segundo Imperio Mexicano y protagonista de la obra.

Aunque esta novela no necesitaba ningún tipo promoción porque, al igual que Palinuro de México, José Trigo y Linda 67, ya formaba parte del canon de la literatura mexicana, don Fernando, otra vez, se mostró dispuesto a atender a los medios de comunicación, a presentar el libro y a recordarnos el tipo de escritor que era: “un juntador de palabras, a la sombra de la historia”.

Creo que Fernando del Paso era en especial gentil y tolerante con los reporteros porque él mismo ejerció el oficio de periodista.

En 1973 el prestigioso semanario inglés The New Statesman, una de las mejores y más serias publicaciones en el mercado editorial anglosajón de la época, celebraba la friolera de 60 años, con un “rostro” joven y sus páginas abiertas a la política, la economía, la crítica de arte y la literatura, con un espíritu “anticolonialista” y una línea editorial “digna de confianza”. Esta reflexión, entre otras, en torno a dicha publicación —que no llegó a ser una apología sólo por cuestiones de espacio, según confesó ahí mismo su autor—, marcó el ingreso de Del Paso al gremio periodístico, en una columna que tituló “Un Día de Éstos” y como colaborador del diario mexicano El Día —aunque en ese momento su residencia estaba fincada en Londres— a invitación expresa del director del periódico, Enrique Ramírez y Ramírez.

Del Paso vivió en Londres de 1971 a 1985; un año después fue nombrado consejero cultural de la Embajada de México en París, cargo que ocupó hasta 1989. Después se desempeñó como cónsul general de 1989 a 1992 y luego regresó a México, para residir en Guadalajara, donde asumió la dirección de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara.

Aunque podría considerarse que su ingreso al mundo de los artículos, las entrevistas y los reportajes era una consecuencia directa o lógica de su labor como escritor, en realidad Fernando Del Paso siempre aspiró a conservar su “pureza como novelista”, y sólo aceptó aquellas tareas por cuestiones financieras, ya que el sueldo que le pagaba en aquella época la BBC de Londres “no me alcanzaba para vivir”.

Son varios los escenarios desde los cuales el escritor hizo público su pensamiento, sus inquietudes literarias, plásticas e históricas, así como sus ideas políticas, y uno de ellos fue el periodismo, que practicó también en la revista Proceso, pasando por publicaciones como Interviú, Revista de la Universidad, Revista de Bellas Artes, Alfi l, Plural (en su primera época), Vuelta, Utopías y el periódico La Jornada, pero, salvo los dos primeros medios, en ninguno hizo “carrera”.

Nuestro querido maestro Fernando del Paso nació en abril de 1935 en la casa que era de su abuelo materno —José Morante Villarreal—, en la Calle de Orizaba 150, en la colonia Roma, donde su madre Irene lo parió aferradas a los barrotes de latón de la cabecera de la cama, con la ayuda del doctor La Torre, como lo narró el propio escritor hace algunos años con motivo de una placa conmemorativa que se colocó en dicho espacio.

Ayer el maestro Del Paso dejó este mundo y dijo adiós a su entrañable casa de la calle Andrómeda, en la colonia La Calma, una referencia casi poética para la geografía que habitó un grande de las letras mexicanas.






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