En el Pueblo Mágico de Valle de Bravo, cada 4 de octubre los habitantes celebran al Santo Patrono San Francisco de Asís, según la religión católica del municipio.
El recorrido por las calles del pueblo comenzó minutos después de las 11:00 de la mañana.
Se veían desfilar un grupo de peregrinos devotos a la Virgen de Guadalupe.
Acompañados de la imagen de San Francisco de Asís, adornado con flores de pericón y faroles de papel, arriaban a las yuntas y los caballos recordando el motivo de la celebración, el cual era agradecer por el pan de cada día al patrón de Valle de Bravo.
Detrás de ellos, un grupos de agricultores de las orillas del municipio hacían el recorrido abordo de su tractor, llevando semillas y agua para que fuesen bendecidas por el párroco, a fin de que no les falte nada el próximo año de cosecha.
La gente salía de sus casas, asomándose en sus balcones o en las puertas de los negocios, para ver bailar a las mojigangas.
Mal vestidos, con máscaras de plástico o de cartón, disfrazados de personajes del cine o la televisión, otros más sin nada característico más que sus ganas de bailar, salieron de todos los barrios de la cabecera municipal como cada año.
La Peña, La Capilla, Loma Bonita, Agua Fría, Alcantarilla, Otumba, Alfareros, Palito Verde, La Colonia Sánchez, El Frontón, Santa María Ahucatlán y el Apartado fueron los barrios que participaron con sus vecinos disfrazados y algunos carros alegóricos para gusto de los demás.
Niños, jóvenes, adultos, personas de la tercera edad, mujeres, todos bailaban y desfilaban al son de las bandas de vientos que amenizaban la celebración.
La fiesta era eminente, La Colonia Sánchez sorprendió a los presentes con un pescado gigante hecho por ellos mismos de cartón. El Frontón vistió algunos de las cartas del juego de la lotería y su carro alegórico era del Santo Patrono rindiéndose a Jesús.
Peregrinaron, bailaron y recorrieron las calles del pueblo cerca de dos horas y media, culminando con la eucarística en la parroquia de Valle de Bravo.
Este recorrido muestra la alegría de los vallesanos que tienen al celebrar las tradiciones generación tras generación, recordando a los que ya no están e inculcando a los que apenas vienen.