Raunel Peña sabe que cada vuelo es diferente, por 12 años ha sido así. Reconoce cuando llega la brisa perfecta para comenzar el despegue, corre por la pendiente y rápido gana velocidad, sabe que ya no hay retorno.
De pronto escucha el silbido del viento sobre el ala, sus pies han dejado el suelo, en ese momento siente la libertad.
Así describe el momento de iniciar el vuelo en parapente desde el cerro de Nanchititla en el municipio de Luvianos. Es como un sueño que lo convierte cada fin de semana, sin ser un científico pero sí un experto en el clima y la aerodinámica, en el rey de los cielos por 15 minutos o hasta cuatro horas, que es lo que puede durar una travesía en el aire.
“Ya en pleno vuelo no siento dosis de adrenalina, es más bien una sensación de tranquilidad, de paz. La vista hacia Luvianos es espectacular, por lo tanto es adictiva, cada fin de semana buscamos reencontrarnos con el viento para sentirnos como un ave, eso que soñó Leonardo Da Vinci hace más de 500 años”, señaló.
Hace tan sólo unas décadas que el hombre por fin logró realizar su más preciado sueño: volar de la manera más pura sin la ayuda de un motor.
El vuelo libre se realiza mediante el uso de un planeador capaz de ser transportado y despegado a pie empleando solamente la energía del piloto, y esto se cristaliza utilizando un ala delta que surgió a finales de la década de los 40 y el parapente inventado en Francia durante los 80.
Para que los pilotos puedan volar de manera recreativa o competitiva se les exige una amplia gama de conocimientos del clima, física y aerodinámica, después el conocimiento de los dispositivos tecnológicos que le darán los datos precisos de ubicación y las condiciones de vuelo, con lo cual se garantiza su seguridad, por ello se deja poco para la improvisación, pues se convierte en un proceso científico.
EQUIPO
Los mecanismos que equipan una aeronave y que permiten al piloto una operación en condiciones seguras se conocen como instrumentos de vuelo, con lo cual se puede tener precisión en la ubicación con el GPS (Sistema de Posicionamiento Global, por sus siglas en inglés), velocidad vertical, presión atmosférica, velocidad del viento, la altura y un sistema de comunicación entre los pilotos.
Uno de los aparatos necesarios es el anemómetro utilizado para medir la velocidad del viento y así ayudar en la predicción del clima.
Otro instrumento que se utiliza a menudo es la emisora de radio. Si se vuela en grupo se pueden comunicar para, entre otras cosas, saber en qué momento van a aterrizar.
Todo esto se completa con un GPS para saber su posición y tener guardada la ruta que ha realizado durante el vuelo.
El altímetro indica la diferencia de altitud entre el punto donde se encuentra localizado y uno de referencia; habitualmente se utiliza para conocer la altura sobre el nivel del mar.
El barómetro es el más común de todos. Su funcionamiento está basado en la relación entre presión y altitud, toma como base de referencia el nivel del mar, pero está condicionado a los cambios meteorológicos.
La brújula utiliza una aguja imantada para señalar el norte magnético terrestre, aunque actualmente puede ser digital gracias a los sensores de localización en dispositivos como el teléfono celular. Su funcionamiento se basa en el magnetismo, por lo que señala el sur magnético que corresponde con el norte geográfico y es improductivo en las zonas polares norte y sur debido a la convergencia de las líneas de fuerza del campo magnético terrestre.
Sin embargo, actualmente la mayoría puede estar dentro de un nuevo dispositivo llamado variómetro, este es el instrumento que seguramente más fascina al piloto de vuelo libre: señala la velocidad vertical, y lo hace tanto por un sistema visual mediante una pantalla analógica o con una saeta sobre una escala graduada, espacios aéreos restringidos (aeropuertos, zona militar, redes eléctricas) y un sistema acústico que indica el ascenso y descenso.
“Lo mejor es que está disponible como app para los teléfonos celulares. La aplicación utiliza los sensores del móvil para dar la información del vuelo, después de un tiempo en el aire veo rápidamente en la pequeña pantalla qué tanto he avanzado, la altura en que me encuentro, aprovecho las corrientes de aire para seguir ascendiendo porque mi único objetivo es disfrutar el vuelo”, refirió Peña.
No obstante, los pilotos profesionales que participan en eventos internacionales y mundiales sí deberán gastar en estos dispositivos al menos 2 mil pesos, pero el más reciente tiene un costo de 2 mil euros, es decir, más de 40 mil pesos.
INICIA EL VUELO
Para incursionar en los vuelos es necesario tomar un curso de cuatro fines de semana para que una persona pueda realizar su primer vuelo de la mano de un instructor, pero es sólo el comienzo porque viene el proceso de entender la dinámica del parapente o ala delta, conocimiento del viento y la aerología del lugar.
“La aerología implica saber la pendiente del despegue con respecto al viento, generalmente lo condiciona la orientación hacia el sol, al calentarse las laderas, éstas van generando la brisa que da la dirección, que como tal es un fluido similar a la corriente de un río y que se ve afectado por obstáculos como una piedra que genera turbulencias, en el aire volar detrás de un cerro nos genera el mismo efecto, de ahí que siempre tenemos que volar en contra las corrientes de aire”, abundó.
Otros de los aspectos a considerar son las direcciones del viento a diferentes niveles de altura, la capa que está entre el cambio de dirección puede ser violenta con altas velocidades. La velocidad promedio del parapente es de 40 kilómetros por hora.
Luvianos se caracteriza por tener corrientes de aire muy suaves, por lo tanto es un lugar muy noble para volar al tener un microclima, en igual condición se encuentran Valle de Bravo y El Peñón de Temascaltepec.
“Disfrutando el paisaje y observando algunas nubes en la lejanía, recuerdo que El Peñón es uno de los mejores lugares por el tipo de orientación hacia el sol que le permite tener un viento constante todo el año, mientras que en Luvianos las condiciones climáticas más constantes las tiene el lugar recientemente inaugurado (hace seis meses) que es el Estanco, el único detalle es que es muy bajo (240 metros), el de mayor altura es el de la Sierra de Nanchititla con casi mil metros de desnivel, incluso más alto que el Peñón”, agregó el mexiquense que ha compartido su experiencia principalmente con sus hijos Carlos y Raunel.
APRENDICES
Los pilotos novatos no deben de portar ningún instrumento de vuelo, lo único que requieren es un radio para tener comunicación con el instructor que los guiará en sus maniobras, lo importante es adquirir experiencia sensorial y para esto es necesario cuando menos volar durante un año.
“El vuelo sigue perfecto como cada fin de semana porque he aprendido a sentir el viento, desarrollé los sentidos para ser libre como un ave. ¿De qué manera me doy cuenta que voy subiendo o bajando? Se percibe una leve sensación de vértigo, algo parecido a cuando estamos en el ascensor o la rueda de la fortuna, pero es una realidad que también existen cambios suaves que no se perciben y es donde doy una rápida mirada al celular para ver los datos que reforzarán la confianza de seguir en el aire”, refirió.
Lo que se busca es subir lo más que se pueda y las mayores posibilidades se obtienen cuando es temporada de lluvias, es la mejor época para los principiantes tanto en parapente como ala delta, porque las corrientes de aire son suaves.
La altura que se pueda lograr depende de la época del año, la mejor es desde noviembre hasta febrero, que tiene que ver con la presión atmosférica. En un buen vuelo puedes llegar hasta 4 mil metros de altura y cuatro horas de duración, mientras que el ala delta, más enfocada a la distancia, pueden recorrer hasta 800 kilómetros.
TECNOLOGÍA
Tanto el ala delta como el parapente han tenido una rápida evolución tecnológica utilizando como base la aerodinámica para hacer más ligeros y resistentes los materiales, con el único propósito de planear más tiempo.
Los primeros parapentes eran más como paracaídas y después surgieron las marcas que se dedicaron de lleno a desarrollar una mejor tecnología. Peña utiliza el nivel A (con un costo promedio de 60 mil pesos y una duración de 5 años), pero los de competencias están en el nivel D que llegan a los 100 mil pesos, el perfil del ala es muy delgada, las líneas muy finas y el arnés donde está el piloto también es muy aerodinámico.
“Mi parapente cubre el requisito principal de ofrecer resistencia al viento, utiliza un material especial, los hilos o líneas de carga que me sostienen están fabricados con kevlar, material con que se hacen los chalecos antibalas, y forrados con nylon; el peso promedio de todo el equipo es de 15 kilogramos”, abundó el piloto, pionero de este deporte en Luvianos.
Mientras que el peso del ala delta ronda los 32 kilogramos, sus dimensiones vienen a ser de unos 10 metros de envergadura, distancia de un extremo de un ala al extremo de la otra, y de unos 4 metros desde el morro hasta el extremo trasero de la quilla.
La superficie alar puede ir de los 10 m² a los 21 m²; para vuelos de tándem (piloto y pasajero) las velas son más grandes, las más pequeñas las usan los pilotos de muy poco peso o de competición.
Los materiales utilizados son aluminio o titanio para la estructura principal, la tela suele estar fabricada de poliéster impregnada de resina, así como componentes laminados que son menos elásticos y mantienen mejor la forma del ala.
Cuando se practica el vuelo libre hay dos momentos cruciales: el despegue y el aterrizaje. Al no tener un motor se está a disposición de las corrientes de aire que ponen a prueba la experiencia y habilidades del piloto.
“Desde que despegué tuve bien claro mi nivel de vuelo, es lo que tengo que respetar por seguridad, cada uno tiene diferente velocidad de aprendizaje, no hay límites y lo más importante es disfrutarlo”, indicó.
En la temporada de lluvias lo más peligroso son las nubes altas que pueden absorber a los pilotos, de ahí la necesidad de conocer los diferentes tipos, por ejemplo los cúmulos nimbus llegan a tener 10 a 12 kilómetros de altura, ya no hay oxígeno suficiente para respirar, además está prohibido por las normas internacionales de vuelo.
“No me arriesgo a subir más de 4 mil metros porque después de los 5 mil el piloto presenta sensaciones de asfixia e hipotermia, se han dado casos de gente que ha muerto al meterse dentro de las nubes, pero también están los que han sobrevivido y han platicado unas experiencias increíbles, como el caso de un cardiólogo que aplicó todos sus conocimientos para sobrevivir un vuelo de dos horas”, refirió.
Peña reveló que han rescatado pilotos sin ninguna lesión, pero muertos, entre ellos una deportista que le decían "la Cuna", es como una leyenda en Valle de Bravo porque la absorbió la nube y cuando la encontraron ya no tenía signos vitales.
“Para muchos es atractivo meterse a las nubes porque permite hacer muchas acrobacias, pero si se abusa puede haber consecuencias lamentables porque al final somos como una hoja al viento”, aseveró el piloto.
Y así como inició su vuelo, Peña debe descender, su experiencia es clave para tener un aterrizaje perfecto, sin turbulencia, es la exigencia cada fin de semana, pero la sensación de volar es única e indescriptible.