Las energías renovables se derivan de fuentes naturales que llegan a reponerse más rápido de lo que pueden consumirse, tal es el caso del viento y la luz solar, de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Su utilización en lugar de los combustibles fósiles en la llamada “transición energética” pueden ayudar a detener el calentamiento global hasta en 2ºC, que es parte de los objetivos del Acuerdo de París.
Además de la luz solar y el viento o eólica, las otras energías renovables son la biomasa, hidroeléctrica, geotérmica y oceánica.
La energía solar es la que más abunda, se puede obtener con el cielo nublado y lo importante es que la velocidad a la que la Tierra intercepta la energía solar es aproximadamente 10 mil veces superior con la que la humanidad consume la energía.
Las tecnologías solares convierten la luz solar en energía eléctrica, ya sea mediante paneles fotovoltaicos o a través de espejos que concentran la radiación solar para producir calor, refrigeración, luz natural y combustibles para múltiples aplicaciones.
En tanto que la eólica aprovecha la energía cinética del aire en movimiento gracias al uso de enormes turbinas ubicadas en superficies terrestres, la geotérmica utiliza la energía disponible en el interior de la Tierra.
Cuando se aprovecha la energía que produce el movimiento del agua recibe el término de hidroeléctrica y puede generar a partir de embalses y ríos, en la actualidad representa la mayor fuente de energía renovable dentro del sector de la electricidad.
La oceánica utiliza las energías térmicas del agua marina, olas o corrientes de agua para producir electricidad o calor, pero su desarrollo se encuentra en una etapa inicial.
Mientras que la bioenergía se produce a partir de diversos productos orgánicos denominados biomasa, como la madera, el carbón, el estiércol y otros abonos utilizados para la producción de calor, así como los cultivos agrícolas destinados a biocombustibles líquidos.