Jalapeño llegó hace más de cinco años a las instalaciones del Centro de Rehabilitación Infantil con Asistencia Canina (CIRAC) de la Universidad Autónoma del Estado de México. Antes de ser un asistente terapéutico, había sobrevivido a diversos episodios de maltrato, incluso fue baleado.
Aunque no se sabe con exactitud cómo fue la vida de Jalapeño antes de ser rescatado, las cicatrices en su cuerpo hablan por él, relatan una historia, una que se trata de resiliencia y que demuestra que los peludos son los mejores amigos de los humanos.
Con su cola de bolita, por lo que le enseñaron a brincar como conejo, Jalapeño es asistente en terapia para infantes con autismo, su carácter dócil y juguetón pese a que es el los peludos más viejos del CIRAC, le permite ayudar a los y las pequeñas a regular sus emociones.
Como la de este peludo de talla grande, se repite la historia de 35 más de todos tipos y tamaños. Todos son caninos rescatados, víctima de maltrato y abandono, que aprobaron un protocolo para ser entrenados como asistentes terapéuticos.
“Como veterinaria no tenía claro que podía trabajar con perros y con niños, brindando un servicio como la terapia asistida por perros y, ahora que lo hago aquí, es algo completamente maravilloso“, explicó Nabil Iturbe, médica veterinaria del CIRAC encargada de los protocolos de medicina preventiva.
Con los perros cerca de ella, abundó para El Sol de Toluca, que cada uno es distinto, así como sus antecedentes, por lo que se buscan sus habilidades y las refuerzan sin maltrato, sin gritos y sin correas de castigo. Lo hacen desde la rehabilitación, desde el amor que no tuvieron antes de llegar.
Tenemos perritos que a lo mejor fueron ocupados en peleas, como máquinas de criar y que ahora, después de su rehabilitación, paradójicamente tras lo que recibieron en su momento, trabajan para sanar
Nabil Iturbe, médica veterinaria del CIRAC.
De maltratados a sanadores
Irán Villarreal, psicóloga del centro, destacó que las terapias en las que participan los perros son para pacientes, principalmente infantes, con alguna discapacidad o síndrome. Si bien el enfoque está dirigido en la rehabilitación física, también atienden necesidades y padecimientos psicológicos.
Los peludos, dijo, tienen funciones de reforzadores, modeladores y moderadores, lo que depende de las características de los pacientes.
Tenemos pacientes con trastorno del espectro autista, parálisis cerebral, Síndrome de Down, déficit de atención y hasta rezago académico. Atendemos un promedio de ocho a la semana.Irán Villarreal, psicóloga del CIRAC
Las terapias, dijo, resultan benéficas porque el perro es visto como un motivador lo que afianza la constancia en el tratamiento y se sientan seguros, pues se trata de una herramienta que normalmente acompaña a otro tipo de procesos terapéuticos y de rehabilitación.
Aunque, afirmó, sí hace la diferencia la presencia de un peludo pues ayuda, en la mayoría de los casos, a que los pequeños pacientes enfrenten sus miedo y limitaciones, sean cognitivas, físicas o emocionales.
Cuando mueven sus colas, lengüetean, juegan y obedecen los comandos, los peludos como Jalapeño demuestran que los traumas del cuerpo y la psique, pueden sanar con tiempo, dedicación y esfuerzo, pero, sobre todo, con el acompañamiento adecuado para cada caso, sin prisas, sin violencia y con esperanza.
Cabe mencionar que las citas se pueden programar a través de las redes sociales del CIRAC.