La pérdida repentina del olfato o la percepción distorsionada de los olores fue un síntoma inusual del coronavirus al principio de la pandemia del Covid-19, aunque muchas personas se recuperaron rápidamente, otras descubrieron que su sentido nunca volvió a la normalidad.
Según una investigación preliminar en Suecia la mitad de las personas que contraen coronavirus pueden sufrir cambios a largo plazo, para averiguar cuán comunes podrían ser las deficiencias, los científicos del Instituto Karolinska en Estocolmo realizaron pruebas exhaustivas en 100 personas que contrajeron el virus en la primera ola de infecciones en la primavera del año pasado.
Los resultados revelaron que 18 meses después de recuperarse de Covid-19, muy pocas personas (4%) habían perdido el sentido del olfato por completo, un tercio tenía una capacidad reducida para detectar olores y casi la mitad se quejó de parosmia, donde el sentido de la el olor está distorsionado.
Un dato interesante es que la mayoría de los que tenían un sentido del olfato reducido no lo sabían antes de unirse al estudio.
Los científicos concluyeron que el 65% de los que se recuperaron mostraron pérdida del olfato, reducido o con distorsiones del sentido 18 meses después de la infección, por lo que consideraron la probabilidad de que estos problemas olfativos sean permanentes.
Un análisis realizado por la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido sugiere que la pérdida del olfato o del gusto es menos de la mitad de común con Ómicron que con la variante Delta, no obstante no había datos confiables que demostraran que Ómicron era menos peligroso para el sistema olfativo.
Además una pérdida grave del olfato podría provocar depresión y que las personas cambien su dieta, a menudo para empeorar, lo que les hace ganar peso.