Toluca, México.- Mientras que para los emprendedores montar un negocio debidamente establecido se derrumba ante los múltiples requisitos y “visitas” (aunque no precisamente de clientes sino de verificadores, inspectores y hasta los llamados malditos) el ambulantaje es todo lo contrario, pues con solo cubrir una cuota diaria o semanal a un líder, puede ofertar sus productos sin probelam alguno.
Esta breve historia relata un poco las dificultades, pero también las bondades que tiene el ambulantaje para montar su negocio.
“Me dejó sola mi esposo y no sabía qué hacer, intenté conseguir un empleo, pero me era muy difícil, ya que no podía dejar solos a mis tres hijos que estaban muy pequeños. Trabajé en una casa cercana, lavaba, barría, limpiaba y la cercanía me daba la ventaja de darle unas vueltas a mis hijos.
Sin embargo los gastos no me permitían salir adelante. Tiempo después mis hijos entraron a la escuela y no me alcanzaba lo que yo ganaba. Por eso, conseguí algunas prendas para planchar por la noche.
Al verme cercada por los problemas, una familiar me dijo que porque no me ponía un puesto de comida. Al principio no le hice caso, pero después me animé a vender tacos de guisado y así comencé mi aventura.
Primero tuve que buscar un lugar en calles de la zona centro de Toluca y de inmediato hubo conflictos, primero con los negocios establecidos y luego con aquellas que tenían el mismo giro que yo. La envidia provocó muchos pleitos, pero sobreviví.
Posteriormente la visita de los inspectores fue tal que casi me obligan a retirarme del negocio. Y es que fueron incontables los decomisos de aquellos “ejércitos” de inspectores de gobernación que venían y se llevaban la mercancía, en este caso la comida.
Hubo ocasiones que optaba mejor por tirarles la comida. En una ocasión -recuerdo- le arrojé la salsa a una de las inspectoras. Ni esas “enchiladas”, frenaron los operativos y por lo mismo, las pérdidas eran constantes.
Pero no caí. El negocio continuó y mis hijos ya no fueron un problema. Me traía a mi hija pequeña y la metía en una caja de cartón mientras yo vendía.
Ya después apareció mi defensor, un líder de la unión de comerciantes que todavía no sé ni como se llama. Primero fue una cuota de 400 pesos a la semana, pero después entendieron que era una mujer sola y enferma, por eso me bajaron la cuota. Actualmente la tarifa marcada es de 100 pesos a la semana.
A partir de ese momento, no he tenido problemas. Ya no nos han molestado los inspectores y por lo mismo, no se han presentado decomisos ni nos han intentado correr de este lugar donde ya llevo más de 20 años.
Si bien, todo transcurre con tranquilidad, estamos un poco preocupados porque viene el cambio de gobierno. A ver cómo nos va con este nuevo presidente municipal. Ojalá y bien”.