El zapatero Germán Romero González se muestra ansioso por mostrar los pasillos de la Plaza Azul que lucen a medio abrir.
Toma una pieza de calzado que se ofrece en una de las vitrinas del pasillo principal y dice que son de los que hacen en los talleres familiares; son los modelos clásicos que identifican a este municipio, añade.
Desde hace dos años la crisis ha sido profunda y llegó como una avalancha que no dio tiempo de proteger sus negocios. Obligó a cerrar sus locales y dejó endeudadas a las familias con los proveedores, cuenta Germán.
“Tuvimos que parar, cerramos la plaza. No supimos a qué nos íbamos a enfrentar”, dice el zapatero endureciendo el rostro.
Por eso es que seis meses atrás decidieron ir por otros mercados, explorar las redes sociales y retornar incluso a lo básico. Tocar puerta por puerta para vender zapatos.
“Estamos haciendo de todo, vendemos por teléfono, con el catálogo, incluso los socios van casa por casa a vender”, explica Romero, quien también es el presidente del Grupo Artesanal del Calzado de San Mateo Atenco.
“No vamos a cerrar, eso es seguro”, recalca parado junto a unos electrodomésticos que están en el acceso principal de la plaza y que son para un sorteo.
“Es para atraer clientes, les damos un boleto en cada compra”, expone.
Industria del cuero
En una oficina casi desnuda, que sirve de bodega para moldes de zapato, maniquíes y cajas, Germán Romero expone que la Plaza Azul instalada en la calle Independencia esquina con Juan Aldama, en el barrio de San Juan, sigue abierta desde hace 36 años. Aunque actualmente sólo el 20% de los locales abre a diario.
Y ese monstruoso edificio color azul así luce: en algunos pasillos hay locales abiertos y en otros no, porque están en el proceso de readaptarse a la nueva economía tras la pandemia.
Ese gran edificio representa trabajo para 345 socios, con igual número de familias zapateras y 530 locales comerciales que ofrecen al mayoreo y al menudeo.
“Yo creo que ni la misma competencia china nos había pegado así”, expresa Germán, para explicar la dimensión de la situación.
Adaptarse para producir
En este proceso de adaptarse, los zapateros de la Plaza Azul lo que han hecho es seguir con la producción familiar, es decir, despidieron empleados y todo el proceso lo hacen los hijos, nietos y el círculo más cercano.
O en su caso, cada proceso lo encargan con otro zapatero, por no contar con el personal y ser más económico.
“Mandamos cortar, maquilar, adornar y algunos montan el calzado para tener algo de ganancia”, dice.
El plan es que a finales de año la industria al menos tenga estabilidad y se pueda cubrir las deudas con proveedores, explica Germán.
Vender, vender
Con sus manos, Germán enlista las estrategias que ya ejecutan para vender. La primera es vender de puerta en puerta, con el catálogo o las cajas de pares cargando.
La otra es meterle a las redes sociales y explorar otros mercados. Pero es difícil, pues no es como vender de frente al cliente.
“Falta capacitación para aprender a vender en redes sociales”, dice el presidente de los zapateros.
Durante la pandemia abrieron un sitio web y crearon una página de Facebook en la que ofrecen sus productos. El objetivo es que sea su primera forma de venta.
“Hacemos eventos, y en agosto ya sale nuestro catálogo de temporada”, expone.
La Plaza Azul hace dos años recibía en un fin de semana hasta cinco mil visitantes. Esa cifra se redujo a la mitad, pero confían en volver a su ritmo.
En tanto la producción de zapatos por semana por taller, hace dos años, era de 300 pares en promedio y se redujo a 20 pares.
Aún y con ese frío panorama de ventas, los zapateros de San Mateo Atenco subsisten y se renuevan a la par de la crisis.