/ sábado 14 de septiembre de 2019

El "Avandarazo", festival de rock sobre ruedas contado por vallesanos

El 11 de septiembre de 1971 inició la única edición de este festival de rock

Mucho se ha hablado sobre un festival de rock en Avándaro, Valle de Bravo, durante los años setentas.

Aquel organizado por Luis de Llano, Justino Compeán, entre otros, que hizo enfadar al presidente Echeverría, pues lo que pretendía ser una carrera de autos en pista boscosa, por el mal tiempo terminó con una serie de toquines de grupos de rock de la época como los Dog Dog's, la División del Norte y el Three Souls in my Mind de Alex Lora, siendo un momento de júbilo para los jóvenes de la capital del país que venían de sufrir acontecimientos como el de Tlatelolco en 1968 o "El Halconazo" en Junio del 71.

¿Cómo lo vivieron los vallesanos?

"La idea que a través de los comentarios de radio y los diarios de circulación local se había formado sobre los hippies, de que se trataba de un grupo de personas que se dedicaban a la vagancia, a consumir marihuana y a consecuencia de sus efectos se dedicaban además a generar desorden y caos social", comentó Héctor González, quién tenía 16 años y era hijo del administrador de la única gasolinera de Valle de Bravo.

En ese entonces, Valle de Bravo fue nombrado por el gobierno federal como ciudad típica y contaba con 15 mil habitantes repartidos en sus 44 comunidades, es decir, no tenía una infraestructura turística como lo conocemos hoy en día.

Para el evento llegaron más de 150 mil visitantes, incluso, en algunas fuentes relatan que viajaron hasta 200 mil personas, pues el festival de Avándaro era único en su clase.

Héctor González, que ahora es cronista del municipio, relata que la gente no paraba de llegar, vestidos a la onda de aquella época desfilaron por las calles de Valle para poder llegar a Avándaro.

"A eso de las tres de la tarde, momento en que debido a la gran afluencia de automóviles, camionetas de todos tamaños y tipos, generaron un gran caos vial, llegó el momento en que ya no fue posible acceder al centro de Valle de Bravo", relató.

Dicen, algunos vecinos del municipio, que los automóviles quedaron estacionados en el paraje conocido como El Arco y tuvieron que caminar más de 15 kilómetros para llegar al lugar donde sería la carrera y el concierto.

"Eran grandes multitudes que se distinguían por su atuendo característico de pantalón acampanado, camisa multicolor, pelos extremadamente largos, muchos de ellos con barba, cargando su mochila, su tienda de campaña o su cobija al hombro, lo mismo que su grabadora para caminar escuchando la música de aquella época", describió Héctor González.

Las grandes filas de gente generaron intranquilidad en los vallesanos, principalmente comerciantes, pues cerraron sus negocios con temor a ser saqueados por los hippies que desfilaban por la calles del pueblo.

"Todo ocurrió dentro de la normalidad, quienes tenían sed, se acercaban a los establecimientos en donde les vendieran agua, sin generar conflicto alguno, lo mismo ocurrió para quienes teniendo hambre, se acercaron a consumir en las fondas y en los puestos del mercado, todo en orden consumiendo y pagando" puntualizó el entrevistado.

Se generó escasez de comida y agua en el municipio, pues relatan, que los visitantes compraron todo lo comestible a su paso, y el salir o entrar a Valle de Bravo por carretera era imposible, por lo tanto no se surtieron las tienditas hasta que se fue la gente.

"Este acontecimiento provocó una situación de desastre, pero, sólo por el hecho de que al no tener acceso durante 2 días por ningún vehículo, no se pudo resurtir la mercancía para ningún establecimiento comercial, por lo que se agotaron los víveres generando desesperación en muchos de los asistentes al festival, y por qué no decirlo, a muchas familias vallesanas" comentó.

Fue así como Valle de Bravo vivió un acontecimiento que evocaba sentimientos de libertad, cuando el sistema político mexicano era más autoritario que nunca, teniendo una grata experiencia de qué hacer cuando los visitantes llegan a conocer los atractivos naturales del lugar.

Mucho se ha hablado sobre un festival de rock en Avándaro, Valle de Bravo, durante los años setentas.

Aquel organizado por Luis de Llano, Justino Compeán, entre otros, que hizo enfadar al presidente Echeverría, pues lo que pretendía ser una carrera de autos en pista boscosa, por el mal tiempo terminó con una serie de toquines de grupos de rock de la época como los Dog Dog's, la División del Norte y el Three Souls in my Mind de Alex Lora, siendo un momento de júbilo para los jóvenes de la capital del país que venían de sufrir acontecimientos como el de Tlatelolco en 1968 o "El Halconazo" en Junio del 71.

¿Cómo lo vivieron los vallesanos?

"La idea que a través de los comentarios de radio y los diarios de circulación local se había formado sobre los hippies, de que se trataba de un grupo de personas que se dedicaban a la vagancia, a consumir marihuana y a consecuencia de sus efectos se dedicaban además a generar desorden y caos social", comentó Héctor González, quién tenía 16 años y era hijo del administrador de la única gasolinera de Valle de Bravo.

En ese entonces, Valle de Bravo fue nombrado por el gobierno federal como ciudad típica y contaba con 15 mil habitantes repartidos en sus 44 comunidades, es decir, no tenía una infraestructura turística como lo conocemos hoy en día.

Para el evento llegaron más de 150 mil visitantes, incluso, en algunas fuentes relatan que viajaron hasta 200 mil personas, pues el festival de Avándaro era único en su clase.

Héctor González, que ahora es cronista del municipio, relata que la gente no paraba de llegar, vestidos a la onda de aquella época desfilaron por las calles de Valle para poder llegar a Avándaro.

"A eso de las tres de la tarde, momento en que debido a la gran afluencia de automóviles, camionetas de todos tamaños y tipos, generaron un gran caos vial, llegó el momento en que ya no fue posible acceder al centro de Valle de Bravo", relató.

Dicen, algunos vecinos del municipio, que los automóviles quedaron estacionados en el paraje conocido como El Arco y tuvieron que caminar más de 15 kilómetros para llegar al lugar donde sería la carrera y el concierto.

"Eran grandes multitudes que se distinguían por su atuendo característico de pantalón acampanado, camisa multicolor, pelos extremadamente largos, muchos de ellos con barba, cargando su mochila, su tienda de campaña o su cobija al hombro, lo mismo que su grabadora para caminar escuchando la música de aquella época", describió Héctor González.

Las grandes filas de gente generaron intranquilidad en los vallesanos, principalmente comerciantes, pues cerraron sus negocios con temor a ser saqueados por los hippies que desfilaban por la calles del pueblo.

"Todo ocurrió dentro de la normalidad, quienes tenían sed, se acercaban a los establecimientos en donde les vendieran agua, sin generar conflicto alguno, lo mismo ocurrió para quienes teniendo hambre, se acercaron a consumir en las fondas y en los puestos del mercado, todo en orden consumiendo y pagando" puntualizó el entrevistado.

Se generó escasez de comida y agua en el municipio, pues relatan, que los visitantes compraron todo lo comestible a su paso, y el salir o entrar a Valle de Bravo por carretera era imposible, por lo tanto no se surtieron las tienditas hasta que se fue la gente.

"Este acontecimiento provocó una situación de desastre, pero, sólo por el hecho de que al no tener acceso durante 2 días por ningún vehículo, no se pudo resurtir la mercancía para ningún establecimiento comercial, por lo que se agotaron los víveres generando desesperación en muchos de los asistentes al festival, y por qué no decirlo, a muchas familias vallesanas" comentó.

Fue así como Valle de Bravo vivió un acontecimiento que evocaba sentimientos de libertad, cuando el sistema político mexicano era más autoritario que nunca, teniendo una grata experiencia de qué hacer cuando los visitantes llegan a conocer los atractivos naturales del lugar.

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