De un solo arrebato, que va de un lado a otro con el trapo sobre el cuero de los zapatos, el bolero Antonio Figueroa saca el pedido de un cliente. Lo hace en no más de tres minutos, porque dice que las personas tienen prisa y él también para poder recuperar los meses perdidos por la crisis.
Hace que el trapo “chifle”, por la rapidez con que lo pasa por la piel del zapato y mientras pone capa tras capa de la grasa y el brillo.
“A lo que te truje chencha”, expresa Toño sin dejar de mover las manos y echando la cabeza al cielo, porque le atribuye a "Dios" el poder regresar a los Portales a bolear.
“Nos quitamos cuatro meses, pero en la casa seguí boleando, me llegaban los zapatos allá”, cuenta Antonio sobre cómo pudo sortear la crisis en los meses más duros.
El cambio a semáforo verde epidemiológico en el estado de México y el fin de año, se pintan para Antonio Figueroa, como las mejores fechas y la llegada de más clientes. Y por eso debe mover sus manos más rápido y bromear con sus clientes.
Huella de 33 años boleando
El bolero José Jaramillo muestra ambas palmas de sus manos de frente y a la altura de su pecho y las muestra llenas de grasa de zapatos.
“Son mis huellas digitales”, expresa el aseador para referirse en metáfora a que sus manos están entintadas de cayos y la grasa sobrante de 33 años de bolear en los Portales.
Y muestra sus manos con arrugas y ennegrecidas. Chatas porque la piel se le hizo calluda y se le engrosaron los dedos de arriba y de los lados por los años de bolear.
A don José lo encontramos este martes recargado sobre el respaldo de su banquito y con su silla vacía. Así está por ratos, porque no hay aún normalidad para ese oficio en el centro de la ciudad de Toluca.
Estaba agazapado a la espera de un cliente y esperanzado en que sean más de 12 boleadas al día.
Resisten los boleros
Raymundo Salgado Carmona, presidente de la Asociación Unidos para el Desarrollo Comunitario de Toluca Boleros del Portal y Zona Terminal, expone en el contexto real que se vive en su gremio. Y sus datos indican que posiblemente después de enero puedan obtener más ganancias.
“Por mucho son nueve boleadas, pero van de tres a cuatro, no sé qué está pasando con esta economía que no quiere dar el último estirón”, señala Salgado.
El líder de los aseadores informó que son 30 boleros establecidos en los Portales y otros 16 en la zona de la terminal, aunque en total son 60 agremiados.
Dijo que para poder subsistir en el oficio durante los meses más duros, debieron solicitar ayuda con actores políticos y servidores públicos, quienes les donaron despensas a sus familias.
Aunque lo primero que el gremio pide, es que lleguen más clientes y sus empleos se mantengan.
Es una labor que se lustra, se calza, se abrillanta y se resiste a guardarse en un cajón de trapos y ceras, dice el líder de los boleros.