/ miércoles 30 de septiembre de 2020

Alacenas de los Portales cumplen 150 años en medio de la pandemia 

Reabrir un negocio con la situación actual resulta heroico y pareciera que de poca cordura pero para los comerciantes es el único camino a seguir para subsistir


Allí, en una forma de “u”, que parte la plaza Fray Andrés de Castro, sobre todo al mediodía, los torteros gritan los precios de sus productos ¡de a cinco y diez! Una rutina con 150 años de antigüedad en donde las alacenas se llenan, se vacían y se vuelven a llenar.

Es una vendimia que se ha hecho desde el siglo pasado y atrae a los oficinistas del ayuntamiento, boleros, estudiantes, paisanos del norte y sur, que se echan a las bancas a darles mordiscos a la telera y echan la migaja a docenas de palomas que "maizean" en el patio de la plaza.

Entre edificaciones recientes y antiguas que han sobrevivido a los incendios, las remodelaciones, a la inseguridad, a los operativos de ambulantes que llegan en bola a los pasillos del viejo corazón toluqueño se encuentran estos emblemáticos establecimientos. Los días domingos sus pasillos se asemejan a fechas de fiesta, sobre todo cuando llegan las familias de San Pablo, Santa Bárbara, Otzacatipan y Capultitlán a dar un paseo.

“¡Pásele joven, tenemos de milanesa, estopa, albóndigas mire pruébele!”, jalan los chalanes de las alacenas. Incitan y saborean las tortas.

Javier Medina es propietario de “Tortas Javi”, su negocio lo inició con los ahorros que juntó como chalán en otra alacena de los Portales toluqueños hace 34 años. Es parte de una historia gastronómica del centro de la ciudad. El micronegocio lleva abierto tres décadas en la plaza Fray Andrés de Castro, pero la crisis de la pandemia del Covid-19, ha sido inquebrantable.

Dios me socorrió con mi alacena y la instalé, ya llevo treinta y cuatro años.

En enero de este año las 62 alacenas cumplieron su 150 aniversario y para celebrar hubo algunos eventos, recibieron visitas de autoridades, se develó una placa y luego llegó la pandemia, misma que obligó a cerrar los locales por al menos tres meses.

“Estuvimos cerrados tres meses y apenas reabrimos, algunos compañeros no han podido regresar”, cuenta Lizbeth Santana Díaz, presidenta de Alacenistas de los Portales.

Regresar a reabrir un negocio a mitad de una pandemia, resulta heroico y pareciera que de poca cordura pero en esa cadenita de beneficios que se crea en un micronegocio, se trata a diario más con humanos que con dinero, explicó Javier Medina quien aseguró que “abre porque tiene empleados con familias y necesitan del trabajo”.

UNA HISTORIA

Elizabeth, la actual presidenta de Alacenistas, explicó que se comenzó con pocas alacenas, las cuales estaban instaladas sobre los portales y tenían estructuras de madera, pero por el año de 1970 se cambiaron a la plaza Fray Andrés de Castro.

Las alacenas eran de vidrio soplado, rebozos, máscaras y luego fueron apareciendo las de comida y de dulces.

Los micronegocios como las tortas “El Ojeís” y “Tortas Rosa”, en la que trabajó Javier, se sostienen hasta con tres generaciones. Pocos han cerrado en 150 años, explican los locatarios ya que “son negocios que se atienden con los nietos, los hijos, en su mayoría siguen abiertos”.

Pese a esta situación los vendedores pronostican que en la Feria del Alfeñique las ventas suban del 30% pero mientras ese momento llega no no dejan de gritar.

“Aprendí a tratar a los clientes y eso es lo que me mantiene abierto”, dice Javi, el tortero de la alacena 61.


Allí, en una forma de “u”, que parte la plaza Fray Andrés de Castro, sobre todo al mediodía, los torteros gritan los precios de sus productos ¡de a cinco y diez! Una rutina con 150 años de antigüedad en donde las alacenas se llenan, se vacían y se vuelven a llenar.

Es una vendimia que se ha hecho desde el siglo pasado y atrae a los oficinistas del ayuntamiento, boleros, estudiantes, paisanos del norte y sur, que se echan a las bancas a darles mordiscos a la telera y echan la migaja a docenas de palomas que "maizean" en el patio de la plaza.

Entre edificaciones recientes y antiguas que han sobrevivido a los incendios, las remodelaciones, a la inseguridad, a los operativos de ambulantes que llegan en bola a los pasillos del viejo corazón toluqueño se encuentran estos emblemáticos establecimientos. Los días domingos sus pasillos se asemejan a fechas de fiesta, sobre todo cuando llegan las familias de San Pablo, Santa Bárbara, Otzacatipan y Capultitlán a dar un paseo.

“¡Pásele joven, tenemos de milanesa, estopa, albóndigas mire pruébele!”, jalan los chalanes de las alacenas. Incitan y saborean las tortas.

Javier Medina es propietario de “Tortas Javi”, su negocio lo inició con los ahorros que juntó como chalán en otra alacena de los Portales toluqueños hace 34 años. Es parte de una historia gastronómica del centro de la ciudad. El micronegocio lleva abierto tres décadas en la plaza Fray Andrés de Castro, pero la crisis de la pandemia del Covid-19, ha sido inquebrantable.

Dios me socorrió con mi alacena y la instalé, ya llevo treinta y cuatro años.

En enero de este año las 62 alacenas cumplieron su 150 aniversario y para celebrar hubo algunos eventos, recibieron visitas de autoridades, se develó una placa y luego llegó la pandemia, misma que obligó a cerrar los locales por al menos tres meses.

“Estuvimos cerrados tres meses y apenas reabrimos, algunos compañeros no han podido regresar”, cuenta Lizbeth Santana Díaz, presidenta de Alacenistas de los Portales.

Regresar a reabrir un negocio a mitad de una pandemia, resulta heroico y pareciera que de poca cordura pero en esa cadenita de beneficios que se crea en un micronegocio, se trata a diario más con humanos que con dinero, explicó Javier Medina quien aseguró que “abre porque tiene empleados con familias y necesitan del trabajo”.

UNA HISTORIA

Elizabeth, la actual presidenta de Alacenistas, explicó que se comenzó con pocas alacenas, las cuales estaban instaladas sobre los portales y tenían estructuras de madera, pero por el año de 1970 se cambiaron a la plaza Fray Andrés de Castro.

Las alacenas eran de vidrio soplado, rebozos, máscaras y luego fueron apareciendo las de comida y de dulces.

Los micronegocios como las tortas “El Ojeís” y “Tortas Rosa”, en la que trabajó Javier, se sostienen hasta con tres generaciones. Pocos han cerrado en 150 años, explican los locatarios ya que “son negocios que se atienden con los nietos, los hijos, en su mayoría siguen abiertos”.

Pese a esta situación los vendedores pronostican que en la Feria del Alfeñique las ventas suban del 30% pero mientras ese momento llega no no dejan de gritar.

“Aprendí a tratar a los clientes y eso es lo que me mantiene abierto”, dice Javi, el tortero de la alacena 61.

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