Lerma, México.- Amanece en el pequeño pueblo de San Pedro Tultepec. Las artesanas de las mulas son las primeras en andar las calles cargadas con su mercancía a espaldas. Es junio de Corpus Cristi y su principal mes de venta.
La mayoría de mujeres toman camino a la Ciudad de México, donde ofertan su artesanía varias semanas antes del festejo religioso.
“El jueves, aquí se llenan las calles con las procesiones, se llevan a bendecir las mulitas y los niños, uno se apura todo el año para esperar el Corpus”, relata doña Gregoria Gabino, artesana de mulas en San Pedro.
A un dos días del Jueves de Corpus, doña Gregoria ya ha terminado de producir sus mulas que oferta en Toluca y otros municipios. Este año quiso aguardar y vender en Tultepec lo que alcanzó a trabajar durante casi 10 meses.
“Comenzamos un año antes, todo se va apilando, hay que conseguir la madera, las hojas de maíz y el 'papacla' la hoja de plátano”, comenta la artesana.
Gregoria relata que comenzó desde niña a meter las manos en la artesanía de las mulas, las cuales en Tultepec se hacen con base en hoja de maíz y de plátano, al que llaman “papacla”, y es un material que se trae de la tierra caliente mexiquense.
“Por año me hago unas mil mulitas, de todos tamaños, todo tiene su detalle y su tiempo”, explica Gregoria.
La fabricación de esta artesanía religiosa tiene como base madera en pequeños trozos, así como fibras naturales que se manipulan mientras se remojan en agua, para después armarse con resistol.
“Primero se hace la cabeza y luego se va empalmando para que quede el cuerpo de la mula, luego se dejan a secar”, añade la artesana.
En San Pedro trabajan mulas del Corpus de diferentes tamaños, de las que miden cinco centímetros hasta las de 40 centímetros.
En la época del Virreinato en el año de 1526 en México se comenzó con la tradición de asistir a las iglesias en procesión cargando en mulas obsequios para los párrocos.
De ahí que la tradición se extendiera en todo el país por lo colorido que resultaba el desfile de las mulas.