Teodoro, un franelero oriundo de La Teresona, se hinca frente al altar de San Judas, se persigna y en silencio le pide tener un día provechoso: que los clientes lleguen y su franela lave muchos coches. El ritual se repite en otros puntos del mercado 16 de Septiembre, donde hay otros altares dedicados a la adoración de santos.
“Mi San Juditas es muy milagroso”, dice Teodoro, “lo veneramos con misas, sus flores y música; se lo merece”, explaya.
En este zoco del corazón toluqueño, la fe se replica en diferentes imágenes religiosas, incluso cada vez crece más el fervor por la Santísima Muerte. “Cada quien es libre de creer y adorar al santo que quiera, para mí primero es nuestro señor Jesucristo, después los demás”, comenta Antonia, la santera más conocida del mercado.
SANTO DE LOS DESCARRIADOS
La figura de san Judas luce imponente. En el acceso de la rampa, ubicada del lado oriente del zoco, se le instaló un vitral enorme, de tres metros de altura. Al manto del santo le cuelgan fotografías de niños, mujeres y ancianos: son a los que ha curado con sus milagros, aseguran sus creyentes. También pedazos de papel con cartas escritas de los enfermos y “descarriados”. Es el santo de las causas perdidas.
“La gente viene y le cuelga sus milagros, cada quien es libre de ponerle del que quiera, a veces sólo le dejan una veladora”, explica Rubén, otro de los franeleros.
También puedes leer: Celebrarán al santo de las causas difíciles
A este santo se le festeja el 28 de octubre, con baile de chinelos y un paseo por los pasillos del mercado. Sus creyentes son muy agradecidos con él.
FERVOR GUADALUPANO
A unos 10 metros del altar, subiendo la rampa, se instaló otro dedicado a la Virgen de Guadalupe, “la morenita del Tepeyac”, como les gusta decirle a los comerciantes.
“La próxima semana la llevamos a la explanada y de ahí a la catedral para ir en peregrinación al cerro del Tepeyac”, comenta Rosario, una comerciante de legumbres que se instala frente al altar de la guadalupana.
La imagen nunca luce sola, siempre tiene una veladora encendida que le compran los locatarios. “El 18 de febrero sale la peregrinación, la llevamos a pie hasta el Tepeyac”, agrega Rosario.
La adoración por la Virgen de Guadalupe es, quizá, la más arraigada en el mercado 16 de Septiembre. Los taxistas en el estacionamiento tienen su propio altar, aunque el más grande es el ubicado en la rampa.
VIRGEN VIGILANTE
En la segunda planta de las naves, en el rincón del pasillo, vigila la gran figura de la Virgen del Carmen. Luce un manto dorado precioso con una corona en oro. Su postura pareciera como la de una madre que no pierde de vista a sus pequeños.
También puedes leer: Comerciantes de flores, listos para celebración a la Virgen de Guadalupe
“Así se le puso porque ella nos da su bendición, nos cuida desde acá arriba y extiende su amor a todos los comerciantes”, comenta Artemio, locatario de comida.
El altar es de los más grandes e imponentes, tiene un enrejado que lo protege y docenas de flores rodean la figura de la Virgen. Cada zona del mercado tiene su propio sincretismo, su propia manera de adorar, aunque todos coinciden en los actos de fe que les ofrecen sus imágenes.
NIÑO MILAGROSO
Al interior de una burbuja de cristal se mantiene la pequeña figura del Santo Niño Divino Jesús. Lo rodean carritos, muñecos, bolsas de frituras e incluso refrescos: “Los niños se los ponen en agradecimiento, es muy milagroso”, dice Antonia, una creyente.
“Le festejamos el 30 de abril, el Día del Niño, se le hace su rosario y su pastel como a un niño real”, explica la comerciante sentada sobre el respaldo de una silla junto a la estatuilla.
La figura religiosa completa los altares dedicados a la fe en el mercado 16 de Septiembre, tiene su día especial en el que participan todos los locatarios, sobre todo del área de comidas, donde se ubica.
FE CRECIENTE
En el pasillo de la “santería” reina la figura de un metro y medio de la Santísima Muerte. Rodeada de docenas de plantas medicinales que exprimen su aroma en el ambiente. Al lado del local de Alejandra vigila la estatuilla, con sus pómulos hundidos que obligan al respeto. “A veces se le mira de frente, a veces de lado”, dice Alejandra, la protectora de la Santa Muerte en este mercado.
Por si no lo viste: Fallece de cáncer “la señora Queta”, líder del culto a la Santa Muerte
Desde hace unos años atrás, la devoción por la figura ha crecido. Es visitada por personas que llegan de lugares lejanos y le ofrendan cigarros, tequila o le compran una vestimenta. La Santísima Muerte del 16 cuenta con más de 100 vestidos y mantos. Ese ese el reflejo de su adoración.
“Tiene más de cien vestidos, todos se los han regalado, en su mayoría rojos y dorados, son los preferidos de la Santa. Las ofrendas se hacen en silencio, sus fieles le rezan y se guardan para su adentros lo que le piden", afirma Alejandra.
Entre sus manos, la figura sostiene una canasta, le sirve para recibir manzanas, incluso su muñeca izquierda luce humeada por los cigarrillos que sus fieles le encienden.
La adoración en este zoco toluqueño tiene muchas formas, por ello entre los creyentes se respetan, ninguna imagen se impone sobre otra, así, la Niña Blanca, al igual que el san Judas, tiene su propio espacio de adoración, a sus creyentes e innumerables historias de milagros hechos.
Estos altares son el palpitar del 16, a los que bajan los peregrinos de Zopilocalco, La Teresona, El Cóporo y San Miguel Apinahuizco. La devoción renace con un nuevo creyente, se expande y llega hasta el seno de su fe, que los mueve a diario en su andar mercantil.