Desde temprano, uno a uno se formaba en el templo de San Francisco de Asís de Valle de Bravo para recibir el polvo en el que, según la religión católica, se convertirá el ser humano creyente en Jesús resucitado.
Así es como comenzó el rito católico del miércoles de ceniza en este Pueblo Mágico, con el que se inicia formalmente la Cuaresma.
El párroco y los vicarios del pueblo se encargaron de colocar una cruz de ceniza arriba de la frente de los hermanos que se congregaron en las distintas pastorelas, quienes fueron los responsables de llevar la fe cuaresmal a cada uno de los creyentes en este municipio.
Pregonando, los allegados a la parroquia salieron a las calles, en vía pública, tal cual como si fuesen predicadores en tiempos del Covid-19, para recordar que “polvo somos, y en polvo nos convertiremos”.
Caminando, en motocicleta o bicicleta, en vehículo particular o transporte público, iban dando la ceniza a quien la solicitaba, sin necesidad de que los creyentes se formaran o acudieran a los templos como en años pasados.
Incluso, colocados en las cuatro iglesias de la cabecera municipal, había civiles colocándola, sin necesidad de que éstos tuvieran un ordenamiento eclesiástico, como antes se imponía.
También, por cuadrillas y grupos pequeños, salieron a las comunidades más alejadas para cumplir con el mandato tradicional del inicio de los 40 días de Jesús en el desierto, esperando que los católicos se arrepientan de sus pecados y crean en el evangelio.
Desde los adultos de la tercera edad hasta las criaturas en brazos recibieron la ceniza en tiempos del Covid-19, agradeciendo el gesto de los allegados a la parroquia, por haber entregado una pizca de fe.
Sin embargo, no todos los creyentes acudieron con estos predicadores, pues consideraron que deben de ser manos juradas en sacramento con Dios, las encargadas de dar fe y esperanza en tiempos del Covid-19.
Fue así, como este miércoles de ceniza atípico se llevó a cabo en el Pueblo Mágico, iniciando con los 40 días que se tienen antes de la Semana Santa, para tener una preparación espiritual necesaria en la vida católica de cada uno de los creyentes.