Demesio lleva consigo a diario hasta los portales toluqueños una vieja guitarra que rasca sin cansancio lo que sale de su repertorio y de su garganta. No puede ver las letras que entona, pero dice cantar con los ojos del alma.
"Desde chiquillo me enseñé a tocar la guitarra, es mi instrumento favorito que no dejo y ya que nunca pude ver, aprendí a ver con ella para salir adelante", revela Demesio.
Es uno de los tantos músicos urbanos y ambulantes que a diario llenan de sonidos los pasillos de los portales. En su mayoría hambrientos de un espacio en la sociedad.
—Me gusta de todo, pero tocó más las baladas y los boleros, me salen mejor, —asegura Demesio Pulido.
El trovador urbano es originario de San Pedro Tlaltizapán, municipio de Santiago Tianguistenco, de donde sale a diario para instalarse en un rincón de los portales, a ganarse unos pesos.
“Si Dios nos presta la vida, ya el próximo año estaré cumpliendo ocho años de cantar aquí en el centro”, comenta.
Demesio nació con un problema en los ojos, que le impidió ver y tuvo que sortear la vida con el resto de sus sentidos, eso quizás fue lo que permitió aprender música, asegura.
“Soy invidente desde nacimiento, aquí la cuestión fue de que los nervios ópticos que son los que se encargan de pasar la luz de los ojos al cerebro, algo así entiendo, están dañados”, explica Demesio a detalle, y con un tono de risa. Un golpe de niño quizás la causa o una simple coincidencia, pero él no se lamenta.
La vida para el trovador ha sido dura. Así obligan las calles a los de su condición, por eso tuvo que aprender a distinguir cada parada, camión, voz de cacharpo, ruidos de los portales y pasos en los semáforos. Todo lo sabe a memoria.
Su vieja amiga, una guitarra de madera de palo escrito, y cuerdas nylon, es la que le acompaña a diario en su rutina, que no cambia, porque debe ganarse la vida.
“Toco en varios grupos que me han llamado pero solo cuando hay un trabajito en fin de semana, se puede decir que así me gano la vida todos los días”, revela el guitarrista.
“Tengo una esposa, y un hijo de cinco años, el segundo ya mero nace, a lo mejor esta semana”, comparte Demesio con una sonrisa a medias.
Y entona: “Yo me enamoré, de ti… perdidamente, de ti vivo impotente y así”
El músico en su experiencia, enlista que sabe tocar el bajo eléctrico, el güiro, las percusiones, varios instrumentos salseros, la acordeón, el bajo cesto y por supuesto la guitarra.
Aquellos años, de cantar en los mercados, tianguis, plazas y en el metro de la Ciudad de la México, Demesio enlista canciones con las que inició de niño como El carnavalito, el Pájaro Chogüi, después en el género norteño, la Flor de Capomo, o en mariachi la canción de Motivos y el Rey.
— ¡En salsa, esa que decía en la sala de un hospital! — recuerda Demesio.
La jornada en los portales es agotadora, se le mira con boca seca y saliva blanquecina, siempre parado y en sus pies la funda de su guitarra, a la que se agacha de vez en vez para saber si ha caído una moneda. Cae la tarde y Demesio calla sus cuerdas para tomar camino a casa. Mañana será la misma rutina.