El Santo Señor San Ramos que es cargado en los hombros de dos personas entra a la iglesia principal de San Felipe del Progreso, vestido de blanco rojo va montado sobre un burro tal y como lo hizo Jesús al entrar a Jerusalén.
Esta figura religiosa es acompañada por cientos de fieles católicos que en sus manos cargan y mueven con emoción las palmas, un símbolo del Domingo de Ramos.
La festividad es preparada con dos semanas de anticipación, me relata Rosa María, una de las encargadas de esta celebración en la que también queman fuegos pirotécnicos, ofrecen comida y agua, y se le agradece a este santo por las bendiciones concedidas.
La peregrinación que llega a este templo religioso es larga. Al frente se puede observar a distintas mujeres, desde niñas hasta adultas que portan velos en las cabezas y faldas largas, caracterizadas como Marías, ellas y cada una de las personas que camina detrás llevan las palmas en las manos.
En este caminar le sigue el Señor del Entierro, son cuatro imágenes que se adornan con bombones, dulces, palmas, telas en colores moradas y blancas, y flores naturales y artificiales, las cuales son cargadas en las frentes de las personas con apoyo de un lazo grueso.
Los distintos artículos que adornan los cuadros son como un regalo que se le entregan al santo en agradecimiento a los milagros recibidos y también es una veneración a la muerte de Jesús.
Al final del recorrido se ubica el Santo Señor San Ramos. Cualquier persona que tenga la intención de llevar sobre sus hombros o en su frente a los santos, los puede cargar, algunos lo hacen como agradecimiento, otros como una manda y algunas personas por la fe que les tienen.
En su caminar los clarinetes, las trompetas y la tambora los acompaña, ni las altas temperaturas les impide realizar su procesión; la felicidad se les nota en los rostros.
"Hoy es la entrada de Jesús de Nazareno; hoy estamos de fiesta con Jesús. Tenemos muchísimo tiempo con esta festividad", narra Rosa María.
Al concluir el Santo Señor San Ramos se coloca en la entrada de la iglesia donde las personas llegan a realizar una oración, toman sus ropas se las pasan por el rostro, la besan, se persignan, lo observan, agradecen y le aclaman sus deseos.