Mexicaltzingo, México.- Entre la esquina de Morelos, la ruta al Rastro y la colonia San Isidro de este municipio, don Víctor Pizarro Reyes, un ruletero del transporte que pese a no contar con una pierna, "torea la vida" a bordo de su cuatrimoto.
"Ando de aquí para allá, a donde se pueda sacar unos pesos", explica don Victor. La discapacidad en que lo dejó un accidente de trabajo, no lo desalienta.
Las calles de Mexicaltzingo El chofer las conoce bien y las transita a diario dando viajes a alumnos, amas de casa y trabajadores.
"Si me echan una llamada, les doy servicio a domicilio, los chamacos luego dicen: vámonos en el trenecito", relata sonriente, sentado sobre el asiento de su cuatrimoto a la que sujeta con una cuerda sus muletas.
Hace nueve años, en una jornada de trabajo en los campos agrícolas, cayó de lo alto de un almacén y su pierna quedó prensada entre vigas de acero. Ahí perdió su pierna y su trabajo.
"No había manera de sostenerme económicamente y comencé a vender dulces, papitas, lo que fuera para sacar dinero", argumenta orgullo de no dejarse vencer por la depresión.
"¡Te ves sin una pierna, te deprimes y te encierras pero yo no!", sostiene el hombre de 53 años, un claro ejemplo de la fuerza de voluntad.
De acuerdo con el censo del Instituto Nacional de Geografía e Informática (Inegi) 2010, en el estado de México hasta ese año había 268 mil 128 personas con discapacidad para caminar o moverse.
Mientras que con discapacidad visual existían 162 mil 243 habitantes y con dificultades del habla se cuantificaban 45 mil 855 mil personas.
Don Víctor es parte de la cifra, pero en su caso, él no decidió quedarse postrado a una silla de ruedas y buscó reintegrarse a la vida.
“Vendiendo papas me compré la cuatrimoto, vendía papas y le echaba y le echaba al cochinito hasta que junté”, relata el mexiquense sobre su estrategia para hacerse de su herramienta de trabajo.
Su oficio lo comenzó hace menos de dos meses con viajes en las escuelas, pero las agrupaciones de mototaxis lo rechazaban, le dicen que es peligroso que otorgue servicio en su condición.
“No me dejan dar servicio, por eso ando a las afueras y por celular me llaman”, comenta.
Su rutina comienza a las 7:30 horas cuando los niños entran a clases y termina después de las 17:00 horas, en promedio son unos 10 viajes los que hace, no más.
“Es difícil para una persona discapacitada, pero aquí o te dejas caer o sigues en la vida”, expone don Víctor.
El servicio que presta está prohibido por la Secretaría de Movilidad, al considerarlo inapropiado e inseguro, pero la necesidad para choferes como don Víctor obliga a burlar la norma.
Su ruta sigue, los usuarios le indican el destino y el operador hace sonar su claxon para indicar que la “ruleteada” comienza.