El rostro de Apolinar sonríe poco cuando no está maquillado. Es serio y se preocupa como todo padre por los gastos escolares, las enfermedades de sus hijos y el presupuesto diario para llevar comida a la mesa.
“No todo es una sonrisa, es duro ganarse un peso, siempre le digo eso a mis hijos”, sostiene el payasito. Por inusual que parezca, los 28 años en el espectáculo le han enseñado eso.
A los seis años Apolinar aprendió a ganarse la vida. La pobreza que vivía en el barrio de San Pedro Totoltepec forzaba a la familia de 10 integrantes a enrolarse en todo lo que se pudiera vender.
“Antes de ser payasito yo vendía gelatinas, era difícil en la casa porque éramos ocho hermanos”, recuerda Apolinar.
En su mundo de los shows y los chistes lo conocen como "Miguelín Pelos Parados", esa ha sido su identidad casi toda su vida, aunque su nombre real es Miguel Apolinar Reyes.
Es un padre de familia disciplinado, sin vicios y apegado a su familia. La vida de payaso deja poco tiempo para la vida privada, dice.
“Son pocos los días en que tenemos para convivir con los hijos, trato de darle su tiempo a la familia”,relata "Miguelín".
DE TODO UN POCO
En la familia de payasitos todos entran al show, pues no hay otra forma para sostener el hogar. Las funciones se comparten con la venta de papas fritas que realiza Apolinar en la Ciudad de México durante la semana y lo poco que sale del oficio de pinta caritas que realiza su esposa.
“Me voy todos los días a la Ciudad de México a vender papas fritas, de ahí sale para completar el gasto”, explica.
En otras temporadas del año las aprovecha para enrolarse en otro tipo de negocios. Eso le enseñó su padre a Apolinar.
“En el Día de las Madres vendo flores, en septiembre vendo banderas y en Navidad vendo árboles, de todo un poco”, sonríe ‘Miguelín Pelos Parados’, mientras pasa unas esponjas con pintura sobre su rostro.
EL SHOW DEBE CONTINUAR
El cuadro familiar lo componenApolinar, su esposa Elizabeth ("Tany Boli Loca"); su hija Michelle de 16 años ("Payasita Chell"); Miguel Ángel, de12 años ("Elotito con Chile") y el pequeño Ángel Santiago, de un año.
“No es que uno obligue a los hijos a ser payasitos, les he dicho que deben estudiar, que vean lo duro que es el oficio”, explica Apolinar sobre la educación que da a sus hijos.
El espectáculo de cada semana y los contratos por lo regular consumen los días festivos para la familia Reyes. Pocas veces hay celebraciones de cumpleaños, un Día de laMadre o un Día del Padre.
“No me celebran, y la verdad a veces se nos pasan los cumpleaños de los niños por los compromisos”,relata el payasito, “El treinta de abril no hay celebración para los niños, y eso duele”.
El oficio es celoso y hace más difícil la labor de ser padre, dice.
“A veces cuando estamos en los shows veo que mis hijos se desesperan y quisieran estar jugando, o paseando”, lamenta Apolinar.
Las labores domésticas del hogar las deben compartir junto con Elizabeth para atender a sus tres hijos. Entre lavar ropa, alistarlos para la escuela y los múltiples trabajos, queda poco tiempo para tener un respiro. No es fácil sonreír.
“A veces estamos muy mal emocionalmente, pero tratamos de que el público no se dé cuenta”, narra Apolinar.
EN EL ESCENARIO
“No es fácil hace reír a la gente”,dice "Miguelín", “la gente no ve lo que hay detrás, pero tardo hasta cinco horas en maquillarme; me levanto a las seis dela mañana y termino como a las diez”, revela el payasito.
Su personaje es un payaso augusto americano, con el uso de cremas en toda la cabeza, que obliga a"Miguelín" a rasurarse la cabeza antes de untarse las cremas.
Le pusieron “Pelos Parados” porque sobre la base del cráneo se pega un mechón de colores.
Para cumplir los contratos la familia se refugia unos días en una casa rentada en San José Otzacatipan, donde resguardan el monociclo, vestuarios y un par de camas con una estufa. Lo básico para los fines de semana en que hay más trabajo en Toluca.
Sus viajes los hacen a bordo de una camioneta tipo van de modelo antiguo que está personalizada con los pósters de la familia de payasitos.
“Aquí nos quedamos cuando ya es tarde, nuestra casa es chiquita, pero la levanté con mi esposa con lo que sale de esto”, explica.
Mientras conversa, del interior de un estuche Apolinar saca una serie de esponjas, brochas de todos tamaños y comienza a untarse cremas para iniciar su ritual de transformarse en "Miguelín". El proceso le lleva unas cinco horas.
“Todo lo fui comprando poco a poco, y cuando se acaban, hay que volver a comprarlo, y eso es un gasto”.
En un cuarto el payaso guarda varios pares de zapatos, algunos vestuarios como el del hombre musculoso.
“Con ese traje la hace de mamado y agarra a las abuelitas”, relata Elizabeth. Sonríen todos con esas anécdotas. Tiene otras el payaso, como la ocasión en que lo invitaron a dar un show a un velorio y el cumpleaños en medio de una balacera.
Este domingo, en el Día del Padre, Apolinar espera que lo pueda celebrar en sus shows. Temen que ya no los dejen trabajar en el centro de Toluca por los operativos del ayuntamiento.
“Aunque sea le vamos a matar un pollito en su lomo”, dice sonriente Elizabeth. “Le mentiría si le digo que le haremos una pachangota”, vuelve a carcajear la payasita.