Detrás de su burbuja de cristal, tapizada con los cachitos de lotería que indican los sorteos de la semana, don Félix Hernández González despacha la suerte y el sueño de hacerse rico. Su oficio es ser boletero de la Lotería Nacional.
–Esto es cosa de suerte, si te toca, te la ganarás, si no, ni porque compres mil cachitos, –asevera el boletero.
Entre los pasillos de los Portales de Toluca, desde hace un mes se le ha vuelto a ver al ofertador de suerte. Su oficio lo dejó hace más de 30 años para dedicarse a otros trabajos, pero regresó por necesidad de trabajar.
"Comencé a los seis años, mi padre nos traía aquí al centro y en todos lados vendiendo los cachitos, desde que la Lotería estaba en Bravo", recuerda don Félix.
Entre sus recuerdos, relata que le tocaba vender sus cachitos en cantinas, plazas y fue de la forma en que se hizo de sus clientes.
"Me compraba unos 20 cachitos, que es la tira completa, me iba a formar con varios amigos que aún siguen vendiendo aquí en los Portales", relata el hombre de los cachitos.
En aquellos años don Félix tenía a sus clientes fieles que cada semana le compraban los cachitos. Recuerda al dueño de la tienda de Lerdo que le compraban varias tiras en las que invertía sin reparar en gastos, pero que nunca pudo salir premiado.
También a otros clientes recuerda, como el marcado con el 22663, por ser el número que siempre pedía.
"Ese cliente me buscaba a donde estuviera y me pedía siempre su número de la suerte, pero nunca se pudo ganar nada", revela Félix.
Otro de sus clientes era el carnicero de apellido Camacho, y quien asegura en tres ocasiones se ganó el premio mayor de aquel entonces.
"El carnicero sí tenía suerte, ganó varias veces y salió de pobre", recordó el boletero.
Él mismo en su momento fue su cliente, adquirió sus propios chachitos durante años, hasta que se le hizo un vicio y su esposa le recriminó lo que gastaba en ello. Como dice, la suerte no es para todos.
–La vez que dejé de comprar, mi número salió premiado, –asegura don Félix de esa mala pasada.
Aquel entonces, dice, sólo eran dos sorteos por semana y los boleteros eran solicitados por donde quiera que iban. De alguna forma eran los pregoneros de la fortuna y la suerte.
Una especie de esperanza que se hizo mito y dicho en México, según lo entiende don Félix Hernández.
"Me retiré de este oficio porque necesitaba ganar más dinero y me fui de chofer de camiones, allí duré treinta y cinco años", dice.
Hace 20 días retornó a la venta de cachitos de lotería para ayudar a una de sus sobrinas. El único de los tres hermanos que iniciaron el oficio y sigue en esto, es Alberto Hernández, quien se instala en la esquina de Benito Juárez con Miguel Hidalgo en el centro toluqueño.