Almoloya de Juárez, México.- Elperímetro de Santiaguito luce siempre vigilado desde torres altas,el único lugar del penal donde se puede mirar lo que ocurre afueray adentro de esos muros, que separan el infierno de las cárcelesmexicanas y un fraccionamiento de casas habitacionales quesobrevive a los operativos policiacos. Es Santiguiato, dondegobierna el narco, las bandas que adoran a la Santa Muerte y loscasos de reos incriminados es el pan de cada día.
En su informe anual sobre revisiones al sistemapenitenciario la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH)revelaba que más del 50 por ciento de las cárceles mexicanasestán controladas por los llamados "autogobiernos", que imponenlas mafias y un factor primario es el sobrecupo.
Vea el siguiente enlace:
http://www.cndh.org.mx/sites/all/doc/sistemas/DNSP/DNSP_2016.pdf
En la entidad, el titular de la CES,Eduardo Valiente negó en semanas pasadas que ese fenómeno ocurraen los penales estatales, luego del caso del homicida de la niñaValeria, quién fue hallado sin vida al interior de su celda en elpenal Neza Bordo.
"Yo te lo puedo asegurar asícategóricamente ninguno (de los penales estatales) tenemosautogobierno, hay unos criterios que señala la Comisión Nacionalde los Derechos Humanos, que habla de cogobierno, yo no discutiríani me atrevería a poner en duda el mecanismo, la forma, lametodología, sin embargo son cuestiones que debemos atender yestamos trabajando en ello", sostuvo el comisionado el día 13 dejunio del 2017 en un evento de entrega de reconocimientos apolicías destacados.
Su versión la contradicen lashistorias de José, Salvador y Omar, tres ex reos deSantiaguito.
HISTORIA 1
El América, 28 años de sobrevivir en lascárceles
-¡Adentro en la cárcel manda el dinero!- dice JoséLuis, el reo 1040, seguro de lo que miró, vivió y a lo quesobrevivió durante 28 años en Santiaguito y otros penales en losque estuvo preso en cumplimiento de su sentencia.
A finales de 2015, obtuvo su preliberación por subuena conducta y en noviembre de 2016 obtuvo su libertad absolutaal cumplirse los 28 años, siete meses con 15 días de la condenaque se le impuso por el delito de robo a casa habitación.
"Yo estuve muchas veces en la tentación de hacermemaleante adentro, pero puedo decir que sobreviví a eso, alguna vezrobé, no lo niego, pero adentro nunca me drogué, nunca piqué,nunca estuve en una riña", relató el ex presidiario originario deSan Mateo Atenco y quien actualmente trabaja en el estacionamientode su antiguo reclusorio.
El 17 de noviembre de 1988, lo lleva intacto en sumemoria, procura recordar que fue esa la fecha en que cayó presopara no olvidar que su vida cambió desde ese momento: Se dicesobreviviente al infierno de las cárceles mexicanas, donde semanejan los negocios del narcomenudeo, secuestros, extorsiones y sepelea a diario por la vida.
Se le pregunta: -¿No le da miedo hablar sobreesto?
Responde: -El miedo ya lo pasé adentro, el infiernoya lo pasé.
A sus 46 años de vida, José Luis Lara, conocidocomo el América en los penales o el reo 1040, lamenta que toda sujuventud la pasó encarcelado, primero en el penal estatal deSantiaguito en Almoloya de Juárez, luego fue trasladado y pisó lacárcel de Tepic, Nayarit, pasó algunos años en Matamoros y en1994, fue trasladado junto con otros 100 reos a las IslasMarías.
“La vida aquí en Santiaguito es triste y es muypobre, porque nos explotan mucho, si te dan trabajo, te pagan loque quieren y al interior todo cuesta, para comprarte un refrescopagas hasta 50 pesos en una de las tiendas que controlan los quetienen dinero”, reveló José Luis quien durante algunos añostrabajó en la maquila al interior del penal, ganando un centavopor corte y una quincena de menos de 300 pesos.
En Santiaguito, recuerda, existen al menos cincotiendas donde se vende lo básico, cigarrillos, comida enlatada,refrescos y artículos como el jabón para bañarse, que son losmanjares más caros para los reos, pues nada de eso se otorga porparte de la administración.
Los dueños del penal
-¿Y sobre la venta de droga?- se le pregunta directoal América. El ex reo contesta que eso se hace entre lapoblación, en lo oculto de las celdas y a los ojos disimulados delos custodios.
“Todo mundo sabe quien la vende, llega uno y lesdice: dame un papel de a diez, dame uno de a veinte y listo, essuficiente si tienes dinero para enviciarte”, reveló el expreso.
Los nombres de los líderes del narcomenudeo prefiereno decirlos, solo recuerda a uno al que le dicen “El Batman”,uno de los distribuidores y encargados de cobrar los 200 pesossemanales a los nuevos inquilinos por el derecho de piso.
Personajes como “El Batman”, son los responsablesde la mayoría de los homicidios y lesionados que se reportan alinterior de Santiaguito.
“Picados es del diario, no recuerdo a cuántosmataron durante el tiempo que estuve ahí adentro”, lo dice conla frialdad que le dejó vivir 28 años en la “selva de lascárceles”, donde de forma oficial no existe un número exacto deasesinatos.
Su trabajo desde finales de 2015, cuando salió enlibertad condicional, es de cadenero en el estacionamiento de suantigua casa (Santiaguito), para complementar su sueldo vendeaccesorios de cocina, pues sus hijas ya acuden a la preparatoria yahora que salió quiere recuperar sus responsabilidades depadre.
-¿Es dura la vida afuera de la cárcel?
-Sí, pero con libertad todo se puede hacer, con lafamilia y siendo un hombre de bien, -dice seguro “El América”al recordar en lo que llamó su “infierno”, sentado desde unasilla de plástico y con la mirada clavada en las torres deSantiaguito.
HISTORIA 2
Salvador, el ex reo que robaba para la SantaMuerte
-Yo antes robaba y vendía droga para la SantaMuerte, pero conocí a Dios y él me salvó -dice Salvador, unexconvicto y ex drogadicto, que sobrevivió al mundo de la droga yel narco en los penales.
Con llaveros de plástico en mano, que oferta adiario en los camiones del transporte público de Toluca, Chava,-como lo conocen en la casa Hogar Belén- vende a los usuarios,mientras da su testimonio.
En su vida rutinaria, subió a la unidad 390 aofertar por unas monedas, como lo hace a diario en todas las rutaspara atraer recursos a la casa hogar Belén.
-Yo a estas horas ya andaba borracho, llevaba cuatropases de cocaína, tres churros de mota y ya había asaltado,-Pregona Salvador, sin pena de su pasado, pero tampoco orgulloso.Fue de la mafia y era narcomenudista.
Hace 10 años, su vida estaba en las calles, con la"mona", "el chupe" y los "cristalazos" que daba con su flota en losalrededores del centro de Toluca, todos oriundos del Calvario,donde creció y se hizo adicto a la droga y a delinquir.
“Yo dormía en el panteón de Santa Ana, ahí meapilaba unos cartones, solo soñando cómo iba asaltar con unapistola de lado”, recuerda Chava, con su mirada esquelética ysumida que le dejaron los inhalantes y la cocaína.
-Mire, yo vengo de una casa hogar, donde salimosadelante con ayuda de Dios, ahora en vez de causarles miedo, vengoa ofrecerles la palabra del Señor! -predica el exconvicto, con sufe renovada en el camión 390.
Cuenta que a los 18 años luego de la vida del crimenque llevaba robando autos, dando cristalazos y asaltando en lascalles, cayó al penal estatal de Santiaguito, donde conoció suverdadero infierno, pero también a su Dios.
-Ahí me hice más criminal, narcomenudista para labandota, todos adorábamos a la Santa Muerte me la tatué como unaofrenda, -revela Salvador, apuntando a su espalda, donde llevatatuada la figura de la “niña blanca” (Santa Muerte).
“Un día se me apareció, pero no era lo que yopensaba, me traía solo dolor y tristeza, yo le decía a loscompañeros de celda que me mataran, de tanto miedo que me dabacuando se me aparecía”.
Los años en Santiaguito, por contradictorio queparezca, lo sumieron más en los vicios, se hizo adicto a lapiedra, sirviente del narco que operan en las cárcelesmexicanas.
“Adentro conocí la maldad en su esplendor, lo quees un homicidio, una violación, apuñalados, era un chavito de 18años y mi maldad se desató”, confesó Chava, casi a punto delllanto, aunque se dice ahora perdonado por su Dios, a quien seofreció para reivindicar su vida, ayudando a otros igual aél.
Duró cinco años encerrado, y por azares de la vidaconoció a sus primeros compañeros de religión, con quienesconvivió en la misma celda y por “un milagro”, según dice, lehicieron cambiar su vida.
Su buena conducta y alejarse de las mafias deSantiaguito, le hicieron que le perdonaran dos años, así cumpliócinco años de condena y fue puesto en libertad condicional.Recuperó su vida y su libertad.
-Yo conocí a Dios, él me salvó y me llevó aconocer a mi esposa, a la que amo, y ahora trabajo con honestidad yme siento feliz por eso, -reconoce Salvador parado en una de loscruceros donde vende su mercancía.
Es su primera entrevista, -dice- la primera vez quecharla sobre su vida, aunque con un acento casi de pregoneroprofesional, claro y seguro en el hilo de sus palabras, él sube alos camiones y entre los tumultos de extraños de pasajeros relatasu historia.
-¡Hoy no robo, no me drogo, hoy no vengo aofenderte, vengo a bendecirte! –Repite.
HISTORIA 3
Seis días en Santiaguito, convertidos en terror paraun cadete incriminado
Los seis días y horas que pasó Omar Jiménez Reyes,-cadete egresado de la academia de Toluca- recluido en el penal deSantiaguito, fueron los más largos y tortuosos de su vida: Por unerror debe cargar con la mala fama de haber sido confundido con unsecuestrador que tiene el mismo nombre, apellidos y edad.
Sentado sobre un sillón, acompañado de su esposa,sus hermanos y su madre, el joven ahora relata su historiaempañada entre lágrimas de coraje y el miedo que le regresa porlo vivido.
El miércoles 18 de mayo del 2016 tras acudir a lasoficinas de Servicios Periciales de la Fiscalía estatal parasolicitar una carta de antecedentes no penales, que era el últimorequisito para recibir su asenso como elemento de la Policíamunicipal de Toluca, Omar fue detenido al ser señalado como elresponsable de un secuestro perpetuado en 2014. El lunes 23 demayo, alrededor de las22:30 horas luego de ser absuelto de todocargo, el joven quedó libre pero su futuro a partir de ahí fueincierto.
"Da mucho coraje por la injusticia que han cometidoen su contra porque burlaron todos derechos, lo golpearon y losministeriales lo trataron como si fuera un criminal de verdad sinantes investigar", relató la familia de Omar.
El día de su detención, el cadete fue llevadoesposado desde las instalaciones de la actual Fiscalía por cuatroagentes ministeriales que nunca pudo identificar, hasta una casa deseguridad que se ubica a unas cuadras del edificio. En aparienciala instalación es un pequeño motel que otorga servicio; en eselugar el joven estuvo menos de una hora y después fue trasladado aSantiaguito.
Durante todo ese proceso se burlaron sus derechos,asegura, pues sólo le mostraron un retrato hablado con el que loseñalaron como el que buscaban, además de golpearlo y en todomomento amenazarlo, el cadete sabía que lo querían usar de "chivoexpiatorio", y que las amenazas podrían ser ciertas.
Ahí en Santiaguito, Omar se encontró con losverdaderos secuestradores. Lo fueron a ver para reconocerlo.
Ese momento fue de vida y muerte, pues lo único quelo salvó es que los reclusos no lo identificaron como sucómplice.
"La verdad si lloré cuando me detuvieron y luegocuando estuve en Santiaguito; el segundo día me fueron a ver tresde los verdaderos secuestradores, yo estaba en mi celda y mellamaron desde las rejas y me preguntaron que si yo era OmarJiménez Reyes, les dije que sí, me miraron y me contestaron queno era, eso fue lo que me salvó porque llevaban una punta parapicarme y así me dijeron que iban a matarme porque por culpa delverdadero Omar estaban ahí", dijo en sus relatos crudos elcadete.
La familia Jiménez Reyes, vive a las afueras de SanJuan Tilapa en Toluca, donde son conocidos y donde viven los cuatrohermanos restantes del joven. También Omar con su hijo y suesposa, él cadete es el menor de ellos; pese a sus pocos recursosentre todos juntaron dinero, pidieron prestamos y vendieron lo quepudieron.
En la vivienda de dos plantas, lo único que sealcanza a observar de lujos es el mosaico de los pisos, las paredesestán a medio repellar y su madre hace trabajos domésticos comoúnica fuente de ingresos para ayudar a sus hijos.
"Sacamos de donde pudimos, pedimos con otrosfamiliares y vendimos lo que pudimos para poder sacar a mi hijo,entre abogados y el notario nos gastamos como cien mil pesos, yaahora que salió está todo más claro pero aún así tenemos lapreocupación de cómo vamos a pagar esa deuda", explicó la madrede Omar.
La familia nunca continuó con la denuncia, como enla mayoría de los casos por el miedo que los impregna y la llamadarevictimización. Su caso quedó en el olvido, ser invisibles es lamejor garantía de justicia que pudo encontrar Omar.