La justicia está siempre del lado de los ricos, de los que tienen, para los pobres, los indígenas y los vulnerables siempre los hacen culpables, es sólo una forma en que el Estado demuestra que está haciendo justicia cuando es todo lo contrario, es una injusticia lo que hacen, asegura Lorenzo Sánchez Berriozábal.
Agrega que fue más triste cuando recibió la sentencia de 50 años, porque entonces sintió que se derrumbaba todo, que no saldría nunca de la cárcel, al menos no con vida.
También recuerda las horas encerrado con los policías que le exigían reconocerse culpable y le advertían que aunque no lo hiciera ya no saldría de la cárcel, ahí se iba a quedar; sin embargo, los años que pasó preso, sin convivir con su familia, le pesan como toda una vida.
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José Antonio Pérez González, después de pasar más de 10 años preso y casi cinco prófugo de la justicia dice que deja a Dios el perdonar a los policías y jueces que lo acusaron, lo detuvieron y lo sentenciaron por un homicidio en el que no tuvo participación, y lo hace porque aún enfrenta el temor que le infringieron durante los múltiples interrogatorios, las amenazas de lo que le pasaría a él o a su familia si no aceptaba la culpa.
Reconoce que tiene mucho que trabajar para superar las consecuencias de haber estado en la cárcel, un lugar que no le desea a nadie para vivir, es un lugar donde el miedo es un compañero constante, donde se convive con otras personas inocentes, pero también con delincuentes que no se han tocado el corazón para hacer daño a otros.
Ambos, Lorenzo y José Antonio, reconocen que haber estado presos al mismos tiempo, con sus vecinos defensores del agua, hizo su estancia menos pesada, pues al menor se tenían los unos a los otros para apoyarse en los momentos más difíciles.