Desde una hortaliza, la familia Mandujo Mayoral ayuda a mitigar una pandemia.
Y más cuando innovan con una agricultura sintrópica, donde buscan cultivar en un entorno similar al de la naturaleza.
Actualmente con sus dos invernaderos ubicados en Amanalco y otro más en Valle de Bravo sus productos se venden a la central de abasto de Iztapalapa, así como a restaurantes del segundo municipio.
“Tenemos que darle un valor a lo que comemos, lamentablemente en nuestro país aún no hemos desarrollado la cultura de consumir limpio, de consumir algo que no tenga pesticidas, el hecho de llevar un alimento a la casa que esté libre de pesticidas no tiene precio”, señala don Daniel Mandujo, dueño de los invernaderos.
Ellos inciden en un cultivo recomendado, pero que continúa siendo superado por la agricultura tradicional.
En la segunda mitad de la actual década, las hortalizas en el Estado de México representaron el 3% y 4% de la superficie cultivada en territorio mexiquense, de acuerdo con el estudio Tendencias del sector agrícola, Estado de México, publicado en la revista Quivera de la Universidad Autónoma de la entidad (UAEM).
En el estado la superficie sembrada de cultivos cíclicos se ha mantenido en alrededor de 650 mil hectáreas.
Sin embargo, el cultivo en hortalizas garantiza alimentos más sanos que pueden ayudar a disminuir las epidemias ocultas del Covid-19, como son la obesidad, diabetes e hipertensión provocadas por una mala alimentación.
Y es que la familia Mandujo Mayoral ha percibido que tras el inicio de la pandemia ahora ha aumentado la demanda de alimentos más saludables.
Modelo
Además, están convencidos que el modelo agroforestal que aplican, conocido como agricultura sintrópica, es una alternativa vigente para las actuales necesidades.
Este modelo consiste en la interacción de diversas especies para nutrirse entre ellas y crecer a partir de un intercambio natural.
Contrario a la agricultura tradicional, donde los esfuerzos se enfocan en un solo producto, la agricultura sintrópica busca generar cultivos en un entorno más abierto.
“La sintropía es como la armonización de energía, es decir, con los procesos agrícolas convencionales hemos llevado a una degradación de nuestros suelos, de nuestra agua, en sí de nuestro ambiente mismo.
“Entonces la agricultura sintrópica trata de hacer las cosas al revés, de asemejarnos más a los procesos naturales, es decir, busca retribuirle algo al ambiente”, comentó a su vez Erik, hijo de don Daniel.
En este sentido, los mismos cultivos son proveedores de materia orgánica a las cuales agregan pesticidas y tierra composta elaborados por los mismos productores con elementos como cal, sulfato de cobre, cenizas, estiércol de res, leche, piloncillo y dulce o melaza.
Este modelo es más innovador en hortalizas o invernaderos, donde cebollas, lechugas, calabazas o pepinos son cultivadas en la misma área para que entre productos sintrópicos se ayuden a desarrollarse.
“Tratamos de aprovechar estos principios, la misma materia orgánica in situ, la diversificación productiva, la asociación de especies para que entre ellas mismas se lleven a criarse”, explicó Erik.
El objetivo de esta agricultura es combinar las tres emes, las cuales son materia orgánica, microorganismos y minerales, donde las especies no compiten, sino por el contrario, terminan cooperando entre ellas.
Jornada
Su jornada comienza a las 7:00 horas en el municipio de Amanalco y Valle de Bravo. Una rutina que ya realizan desde hace 17 años.
“Somos una empresa familiar donde está mi esposa, mi hijo, su esposa y un servidor, nosotros actualmente estamos produciendo hortalizas con prácticas orgánicas.
“No estamos aún certificados, sin embargo, nosotros producimos hortalizas desde el año 2004, tenemos casi 17 años sembrado hortalizas”, comentó don Daniel.
“El producir las hortalizas orgánicas tiene dos objetivos, por una parte la salud de quienes consumen, pero también la salud de nosotros, porque no estamos expuestos a los efectos de los insecticidas y pesticidas que demandan en este tipo de cultivo de invernaderos”, aseguró el productor.