Estación del tren en Toluca, refugio de 50 familias

Viven entre paredes de madera, lámina y cartón

Filiberto Ramos

  · lunes 22 de enero de 2018

Foto de Daniel Camacho.

Toluca, México.- Graciela Martínez despacha detrás de un mostrador de madera con un vitral que adquirió hace un año para su negocio de abarrotes, es la única pieza que no luce improvisada al interior de su tienda.

El techo, paredes e incluso las ventanas se han construido de material reciclado como en el resto de chozas que predominan en el albergue de la antigua estación del tren de Toluca.

Son más de 50 familias que entre esas paredes de madera, lámina y cartón han encontrado su segundo hogar.

—Con estos fríos de invierno se ha sentido feo, pero aquí es nuestro hogar, —explica Ernesto Fonseca, esposo de Graciela. El matrimonio es una de las familias que llegó en los años 90 a la capital mexiquense como empleados de la antigua estación del tren.

“Somos de a ladito de Maravatío (Michoacán), se llama Los Lirios el pueblo, aquí la empresa nos permitió levantar esta casita y nos venimos a vivir aquí”, recuerda Graciela.

La mujer, de 55 años de edad, llegó hace 24 años junto con sus hijos, siguiendo a su esposo que trabaja en Ferrocarriles Mexicanos. Tuvo que desarroparse de su pueblo y hacer la vida lejos, como migrante.

“Cuando llegamos no había nada, ya luego pusimos la luz, el agua y sólo tenemos lo básico porque los terrenos son de Ferrocarriles y en cualquier momento nos sacan”, argumenta Graciela, siempre detrás de su mostrador, es la única con un negocio en el albergue, que es también lo poco que tiene de patrimonio.

Don Ernesto comenta que este año quizás lo jubilen y le liberen su pensión, así podrán hacer planes de retornar a Michoacán o construir una casa propia.

“Primero Dios este año me dan mi jubilación, la tiendita se la dejamos a mi hija y nosotros a lo mejor nos regresamos al rancho”, agrega Ernesto.

Foto de Daniel Camacho.

 

El asentamiento de los empleados de la estación del tren se ubica en la colonia Reforma Ferrocarriles Mexicanos, en la zona noreste de Toluca. Las viviendas están instaladas junto a las vías, a lo largo de una terracería que sirve de privada, en la zona incluso se les abrió un parque con un monumento al ferrocarrilero, y que ahora luce en abandono.

Pedro Alcántara, otro de los migrantes del albergue, dice que el parque antes era bonito, pero no se le puede dar mantenimiento. Se mira sin vida, casi muerto, al igual que las viejas instalaciones de la estación, que se cae a pedazos.

Lo único que se mira en pie y arreglado, es un pequeño altar a la Virgen de Guadalupe que instalaron los obreros para tener un lugar donde celebrar misas.

“En el altarcito hacemos misas a veces y le festejamos cada día doce de diciembre, es lo único”, revela don Ernesto.

El hombre de 60 años porta unos lentes oscuros, lastimado de los ojos por los años de trabajo, se dice con pena para dejar ingresar a su vivienda. Las carencias son evidentes, sin alumbrado público, seguridad o servicios de agua potable.

Aunque al frente la pequeña choza de don Ernesto reluce hogareña: una fachada en azul cielo que recubre los maderos, las láminas del techo y la ventana del mismo color, le acompaña una puerta en rojo y decora la estampa una jardinera con ruda, floripondio, orteguilla e hinojo.

—Son plantitas de allá de Michoacán, a mi esposa le gustan mucho y le traen recuerdos, explica.

El resto de las viviendas son más simples, la mayoría de los inquilinos provienen de Michoacán, Guanajuato y Querétaro. Los techos de cartón, son su único refugio.

Foto de Daniel Camacho.

 

Estación de Toluca, antes corazón de la ciudad, ahora abandonada y vandalizada

En su momento, el corazón comercial de Toluca, la antigua estación, ahora luce en abandono, con una malla a su alrededor que no ha servido para evitar el vandalismo, su portón rojizo de madera y las paredes de piedra que protegieron en su momento los locales y las taquillas, ahora sólo sirven para almacenar herramientas.

El techado con los pilastrones de madera, algunos están a punto del colapso, pues suman décadas en el abandono y en riesgo de ser invadidos por grupos de migrantes que han comenzado a llegar a esta zona del estado.

-Nosotros somos los únicos que quedamos, incluso ya nos querían liquidar y estamos resolviendo eso-, relata Alfredo, el último truequero que despacha en la estación.

En su oficina que da a la parte trasera de la estación, se le mira a diario, a la espera de algún cambio de frenos de un furgón.

— ¡Estar aquí, es como vivir en el pasado! - expresa el “truequero”, el último de la antigua estación toluqueña.

Don Alfredo es el último de los llamados "truequeros" que llegaron a Toluca en los años ochentas para trabajar como inspector de maquinaria en la antigua estación del tren, que para ese entonces aún daba el servicio a pasajeros a varias partes del país.

En su memoria, aún lleva como una fotografía plasmados los sonidos y el tumulto de gente que se arremolinaba para abordar en los andenes, pisos relucientes, vida comercial por todos lados, y que ahora lucen en el abandono, y al antiguo edificio de madera y piedra, sólo le sobreviven los recuerdos y dos oficinas.

El trabajador michoacano asegura que fue en el año de 1994 cuando la estación dejó de prestar servicio como tren de pasajeros, desde entonces las instalaciones se cerraron y comenzó la decadencia, además de despedir a la mayoría de empleados y sólo quedaron un grupo de “truequeros”, del que Alfredo fue parte.

"Cuando cerraron, todo quedó cerrado, la sala de espera, los comercios y como no hay mucha vigilancia, comenzó el vandalismo, se llevaron piezas y herramientas", lamenta.

A diario, en horarios distintos como hace 30 años, el “truequero” espera la llegada de los vagones, que ahora en su mayoría llegan de Estados Unidos, pero cuando la estación tenía vida y daba servicio como transporte público, se hacían viajes a Atlacomulco, Maravatío y de ahí hasta Acámbaro, Guanajuato.

“A bordo del tren se vendía pulque, cerveza y hasta mole, eran muy bonitos esos viajes”, recuerda Ernesto.

Ahora, cuentan los trabajadores de la antigua estación, es triste mirar los techos de madera a punto de caer y las paredes con el repellado desgajado, además del vandalismo que ha pintado las puertas que llevan en pie más de un siglo.