Tras quedarse sin su vivienda que la tenía prestada, una familia tuvo que tomar al cielo como el techo e instalar su casa en la intemperie; aunque ya comenzaron a llegar algunos apoyos de la gente, es necesario la ayuda gubernamental para lograr construir su casa, pues el terreno ya lo tienen.
“La verdad es que la pobreza no nos permite soñar, pero ahora que estamos viviendo aquí, me imagino construir mi casita. El terreno ya lo tengo, pero nos hace falta lo demás, por lo mientras seguiremos viviendo aquí a orillas del camino”, narró Marcelo Martínez, jefe de la familia, de 58 años de edad.
Entre paredes de plástico explicó que hace 15 días el dueño de la casa donde vivían ubicada en la comunidad de El Limón del Sauz, población situada a más de una hora del municipio de Tejupilco, se las pidió y por lo mismo, de la noche a la mañana se quedaron sin hogar.
“No supe qué hacer, sólo nos dedicamos a sacar nuestros tiliches y no tuve otra que vivir en el camino junto con toda mi familia. Ya después nos vieron algunos maestros y gracias a ellos nos prestaron este pedacito de terreno”, dijo el señor que en esos momentos era acompañado por su esposa y dos hijos, uno de ellos con problemas mentales.
Mencionó que una vez instalados a la intemperie, gente de la zona comenzó a llevarles algunos apoyos como despensa y algunos plásticos para cubrir parte de su hogar, conformado por una cocina de leña improvisada, dos colchones y un ropero.
“Sí tengo una casita, pero esa es de mi madre. Ahí vive con mi hermano que padece de una discapacidad y por lo mismo sólo se arrastra pues carece de una silla de ruedas. Esa casita es de mi madre y no la voy a mortificar, por eso decidimos vivir aquí y sufrir un rato”, declaró Marcelo Díaz.
Junto con su esposa, Rufina Gaspar, refirieron que ha sido difícil vivir de esta manera, sin embargo, cuentan con lo más indispensable para vivir: agua. Y esto, platicaron, gracias a que con la venta de unos chivos, lograron construir un tinaco que les proporciona el agua suficiente.
“Ya tenemos un terrenito que con mucho sacrificio compramos, sin embargo, sí necesitamos la ayuda de una máquina para poder comenzar a construir nuestra casita. Ya hemos recibido el apoyo de material de construcción, pero, bueno, todavía nos falta mucho, hemos hecho lo que podemos y confíamos en que nos ayuden”, asentó doña Rufina.
Indicó que ya ha comenzado a reunir piedras de río y poco a poco las ha llevado al lugar donde viven, con el fin de empezar a construir su casita y puedan vivir dignamente, no sólo él y su esposa sino sus cinco hijos.
“Cuando nos quedamos en la calle se nos acercaron unos puerquitos y hasta nos querían morder, por eso ya ahorita aquí hemos hecho algunos arreglos para vivir entre plásticos”, subrayó don Marcelo.
Mencionó que a la fecha la gente sí los ha apoyado y por lo menos no se han quedado sin comer, aunque esperan que la suerte les cambie y las autoridades gubernamentales los puedan apoyar.
“Nos han traído material y nos han prometido un pie de casa. Ojalá sea así, yo nunca les podré pagar pero Dios sí se los va a garedecer”, dijo con voz entrecortada.
Cabe señalar que en esta casa instalada a la intemperie y a un costado del camino que va a la Fundidora, viven sus cinco hijos, uno de ellos con problemas mentales.
“En las madrugadas la verdad es que no podemos ni conciliar el sueño, pues el aire es el que no deja. Apenas nos tiró los plásticos y pues tenemos que aguantar”, relató.
Ante esta situación que padece la familia Díaz Gaspar, vecinos del lugar hicieron un llamado no sólo a las autoridades gubernamentales sino también a la sociedad civil para poner un granito de arena y brindar ayuda.
“Yo sé que es difícil traernos algo hasta acá por el camino que está muy polvoso, pero se lo vamos a agradecer a todos. Es más, ahí tengo un puerquito y lo vamos a cocinar para todos”, finalizó.