Allí en una de las tumbas que están hasta el fondo del panteón de la Soledad, las hijas de doña María del Carmen Posadas acuden cada 10 de mayo. No le fallan, dice el grupo de mujeres cercano a la tercera edad como su madre.
“Todas sus hijas venimos, limpiamos la tumba, le platicamos y le cantamos a capella las canciones que le gustaban”, explica la mayor de las hijas.
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Los Posadas son de esas familias de antaño conformadas por una larga lista de hijos. Doña Carmen trajo al mundo a 17 hijos; sin embargo, cinco murieron de pequeños.
La familia López Posadas acude al panteón de la Soledad unas tres veces por año, en especial el Día de las Madres fecha en la que llegan temprano y le cantan a doña Carmen.
UN AMOR DE LOS DE ANTES
Hace más de medio siglo María del Carmen y su esposo Alfredo se conocieron y se casaron para formar su familia. Ella era una jovencita oriunda de Pátzcuaro, Michoacán y su esposo Alfredo, un maquinista que transitaba las rutas del tren desde la vieja estación de Toluca hasta la tierra caliente de Michoacán.
Fue en esas circunstancias que se conocieron, así cuentan sus hijas quienes ríen en el panteón mientras visitan la tumba de su madre y, a su manera, cuentan una historia de amor de los de antaño.
RECUERDOS EN UNA TUMBA
Hace nueve años que las hermanas Posadas visitan la tumba en el panteón de la Soledad. Este año contrataron a un joven que les ayudó a quitar la maleza y remover la tierra. Las hermanas llevaron unos ramos de rosas rojas y crisantemos.
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“Le cantamos a capella, las mañanitas, el Puño de Tierra y la Cruz de Olvido, esas le gustaban”, en listan las hermanas Posadas.
Es una visita sencilla que dura unas dos horas y se reúnen todos los hermanos. Así le festejan el Día de las Madres a doña María del Carmen para regresar el próximo año.
ACUDEN AL PANTEÓN
Otras familias también arriban al panteón de la Soledad y al municipal de Toluca a lo mismo cada 10 de mayo. Junto con el 2 de noviembre son las fechas en que hay más visitas.
“Por lo menos esta vez hay que venir a visitar”, explica don Rubén, que acude con toda su familia a visitar a su madre.
Pasado el mediodía es cuando comienzan a llegar los mariachis y terminan de arreglar las tumbas los grupos de enterradores que se contratan en las entradas a los panteones.
Las familias pareciera que marchan con ramos enormes de flores frondosas que dejan sobre las tumbas. Nadie llora, aunque tienen a la muerte de frente.