En una de las esquinas del Templo del Cristo Negro, en el barrio de Santa María Ahuacatlán, con apenas 10 ramos de flores, Gloria está sentada esperando que sea un buen día de ventas.
Agapantos blancos, girasoles y ave de paraíso, son las flores que toca vender este fin de semana para llevar dinero a casa, pues debido a la contingencia sanitaria provocada por el Covid-19, ha tenido que salir de su hogar para que no falte comida en su mesa.
“Apenas empecé a comprar poquita flor. Apenas, porque jamás vendía. Al menos para sacar algo para la comida” platicó Gloria con cierta extrañeza ante un grabador de voz.
La necesidad de insertarse al mercado laboral revendiendo flores se presentó cuando descansaron laboralmente a su esposo, pues él hombre dedicado a la construcción ya no recibe dinero de su trabajo, el cual se vio interrumpido también por el Covid-19.
“Mi esposo trabaja en la obra, pero como también lo descansaron, tuve que salir a vender” explicó.
Sin el conocimiento profundo de algún oficio remunerado durante esta temporada de confinamiento, la vecina de la comunidad de Santa María Pipioltepec de Valle de Bravo, echó a volar su imaginación para insertarse en el mundo de los negocios.
La única forma inmediata de hacerlo, fue a través de vender el producto que da el campo de su comunidad. De esta forma, ella es la intermediaria que las lleva a quienes caminan por las calles aledañas al Templo del Cristo Negro.
“Me dio por intentar hacer algo, porque la verdad es que no tenemos, y si lo hago es para salir adelante”, dijo con enojo y frustración la revendedora de flores.
Los ramos que ella comercializa, los consiguen en 30 pesos, sin importar el tipo flor que escoja. Estos racimos de flores, los revende en 50 pesos, ganándole 20 pesos por cada uno de los que logré sacar en el transcurso del día.
Sin embargo, las ganancias se convierten en poco dinero al llegar a casa, pues tiene que gastar en el pasaje del colectivo que la lleva hasta su comunidad, a 30 minutos del lugar de venta que ella escogió.
Además de los 36 pesos del taxi, los alimentos que consume mientras trabaja, también absorben parte de las ganancias, por lo que la reventa de flores no está resultando un negocio tan remunerable.
Sin embargo, desde hace dos semana se ha encargado de revender sus flores, y no pierde la esperanza en que la situación cambie, aunque no sea su giro cotidiano el ser comerciante.
“De hecho me daba pena vender, me da pena vender, porque no me gusta estar esperando aquí a que me caiga un peso, pero la necesidad ahorita me hizo hacerlo” dijo entre risas nerviosas, sobre su experiencia como comerciante.
Durante la jornada laboral incierta, lleva tela, hilos, aros y agujas, pues para pasar el tiempo, también cose servilletas para tortillas.
A pensar de demostrar su habilidad en el bordado, difícilmente logra comercializar el trabajo artesanal, pues si bien ofrece las servilletas a los clientes de las flores, la gente prefiere comprar comida que un bonito trabajo hecho por manos vallesanas.
“¿Quién me la va a comprar? Ahorita dicen: yo prefiero comprar comida y no una costura. Está muy difícil está situación, esperemos que se componga”.
Gloria, quién apenas se encuentra sumergiéndose a las ventas de flores, está consciente que no le queda de otra, pues en casa, tanto hijos como nietos, solo esperan la hora de la comida para poder disfrutar del momento familiar en tiempos del Covid-19.
“Nada más dicen: mamá tengo hambre y a ver ¿qué hacemos? Ellos no se fijan si estamos pasando esta situación o no, ellos nada más dicen: mamá dame de comer, y pues que le doy si no tengo”, contó sobre la difícil situación que es llevar el dinero para comida en casa.
El Edomex pasa la etapa más crítica de la pandemia en el país, esta fase tres se caracteriza por los brotes acelerados en los poblados. Sin embargo, para la revendedora de flores esto no es un impedimento, pues si se trata de morir por Covid-19 a morir de hambre, aseguró que correrá el riesgo por su familia.
“Uno allá en el rancho se queda encerrado, dicen que sale uno y se muere por eso, pero digo mejor arriesgarse, ahorita que anda la enfermedad, para no morirse de hambre”.
Sin ninguna ayuda gubernamental por parte de las autoridades de cualquier nivel, Gloria espera seguir ofreciendo sus flores durante los fines de semana, pues confía en que esa esquina le traerá suerte.