Cuando en 1996 el PRI perdió la mayoría relativa en el Congreso local, al negársele la posibilidad de contar con diputaciones de representación proporcional, el PAN, PRD y PT estuvieron en condiciones de vislumbrar una Legislatura local de contrapesos, inédita para la época de absoluto dominio del tricolor. El saldo tuvo sus bemoles negativos.
En 2000, producto del efecto Fox, el PAN se colocó como la primera minoría en la Legislatura mexiquense, que sumado al PRD habría sido suficiente para consolidar una mayoría opositora, sin embargo, la división de los panistas que originó una bancada independiente terminó favoreciendo al tricolor.
En las posteriores Legislaturas de 2003 y 2006, las curules mexiquenses experimentaron un escenario de tres tercios, de contrapesos, donde PRI, PAN y PRD jugaron sus cartas sin cuajar alguna mayoría opositora.
A partir de 2009 fue el regreso de las mayorías del tricolor y sus aliados.
Así, en los últimos 22 años ha existido alternancia y mayorías legislativas, entornos donde distintos actores políticos han tenido recursos y habilidad para el cabildeo político, el cual ha favorecido al tricolor, quien salvo momentos críticos como el conflicto postelectoral en la elección de gobernador de 1999, siempre mantuvo los números a su favor y priorizando la agenda legislativa del Ejecutivo estatal.
Tras los comicios del primero de julio, el PRI y el gobierno mexiquense necesitarán más que habilidad política, pues el gobernador Alfredo del Mazo vivirá un escenario inimaginable para los gobernadores priistas de los últimos 20 años. Enfrente tendrá una mayoría parlamentaria de Morena.
Desde el Congreso se definen aspectos claves para la vida del Estado de México como el presupuesto anual, las leyes de ingresos del estado y municipios, la revisión de las cuentas públicas, amén de la actualización del marco normativo.
Por ello, al Ejecutivo estatal le llegó la hora de la habilidad política. *
