Como parte de la representación teatral de la Pasión de Cristo que se realiza en este municipio, un grupo de 30 hombres cargaron morillos de madera durante el recorrido del Vía Crucis, en señal de penitencia.
Año tras año, este cuadro se ha convertido en una tradición entre los vallesanos, quienes esperan el recorrido del Viernes Santo para pagar una manda, favor, petición o milagro que recibieron durante el año pasado de parte del Señor Jesús o de la Virgen María.
"Es una reflexión por todos los actos que hacemos en el transcurso del año. Cada año vengo a ofrecerle lo que el Señor vivió", explicó Carlos García, quien lleva cinco años cumpliendo la penitencia.
"Para mí, hacer la representación para mi pueblo, es pedirle a la Virgen y a Dios cada año, darle agradecimiento por lo que nos ha dado", coincidió Alejandro Caballero, quien lleva siete años cargando morillos durante el Vía Crucis.
Y es que, para algunos solo puede ser una representación teatral, pero para otros, aquellos que tienen fe en la religión católica, hacer penitencia significa una manda más para Jesús, quien murió por la salvación de los pecadores.
"Consiste en una manda que tú tienes hacia alguien, en mi caso, es hacia mi mamá, yo se lo prometí, que mientras Dios me de fuerza iba a salir e iba darlo todo, y con la fe de Dios se pudo este año", explicó Gustavo Bautista.
La penitencia consiste en realizar el recorrido del Vía Crucis en el barrio de Santa María Ahuacatlán, en Valle de Bravo, con un morillo colocado sobre los hombros.
Mientras, los soldados romanos azotan sus látigos contra sus espaldas, como dicen las escrituras que sufrió Jesús durante el día de su pasión dolorosa.
Estas mandas, no solo se hacen este Viernes Santo, pues también se hacen para ser mejores personas día con día, por lo que, el dolor de hoy, es el agradecimiento de todo lo dado por Dios durante el año.
"Como nuestro señor Jesús, uno va recibiendo azotes, uno, no es lo mismo que sintió él, pero es pedir un perdón hacia él", enfatizó Gustavo Bautista.
Durante el recorrido, el dolor es insoportable por lo látigo de cuero que reciben, agudizando por ir en huaraches o descalzos sobre las calles de piedra o las avenidas de asfalto.
Sin embargo, dicho dolor durante la penitencia hace que el sacrificio sea mayor.
"Cuando lo haces por devoción y fe no sientes nada, hay gente que se mete y te piden que les peguen uno o dos latigazos, pero lo hace jugando, realmente si quisieran hacer con fe, vendrían y pedirán su papel para que les peguen de verdad, les peguen con la variata que duele más", describió Alejandro Caballero.
Tradición desde niños
Esta tradición ha impregnado a los más pequeños, pues niños de 8 a 10 años, ya comienzan a realizar la penitencia, en gran medida, por los valores y tradiciones católicas inculcados por sus padres.
"Son el futuro, que bueno que les vayan inculcando los papás, para que no se vayan perdiendo las tradiciones", agradeció Alejandro Caballero.
Este año un cuadro de tres niños sufrió las inclemencias del sol y el calor del piso, empezando con la tradición de la penitencia para que en un futuro sean los protagonistas de la pasión de Cristo en Valle de Bravo.
"Me da mucha satisfacción, yo creo que debería de ser así por que ahorita la humanidad estamos totalmente perdidos y creo que es bueno que ahorita los niños pequeños empiecen a enderezar el camino", refirió Carlos García.
Es así, como unos años más después de que el mundo vivió una pandemia del Covid-19, las tradiciones católicas han vuelto a la normalidad, intactas en fe y ávidas de seguirse inculcando.