Amalia Sánchez suelta una mueca desganada. Está atrás de una ventana de hule que protege su puesto de periódicos. Usa un cubrebocas. Su desayuno, una telera y un vaso de unicel con atole, apenas lo probó.
Dice Amalia que en el último mes y medio se han vendido más tarjetas telefónicas.
"Vendo poquito, estoy sacando más en las tarjetas que en los periódicos", explica y saca de sus cajones un bonchecito de tarjetas telefónicas amarradas con una liga.
Allí, en el puesto de revistas de Isidro Fabela esquina con Gustavo Baz, en la colonia Valle Verde, también acecha la crisis del Covid-19, pero no apaga la voluntad de Amalia.
"Mire, esta es la lista de hoy de lo que me dejaron", muestra la vendedora. La lista indica que su adquisición mayor fue de 20 ejemplares, el resto van de ocho a uno.
"Ya dígales a los del Solecito que me vengan a pintar mi puesto, es el que más vendo", pide.
La crisis en el papel, a causa del Covid-19, amenaza con derribar la prensa escrita del país.
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Desde que su esposo falleció, hace nueve años, Amalia se hace cargo del puesto y es como su seguro de vida.
Por eso reprocha que ahora venda más tarjetas de telefonía que ejemplares. Más cuando siguen gastos como los mil 600 pesos de renta que paga por un cuarto en la colonia Santa María de las Rosas.
Durante la cuarentena del Covid-19 le continúan enviando Los Soles. Ya les ha pedido más a la Asociación de Voceadores.
Afuera de su puesto tenía su rejilla para exponer los ejemplares, pero por el Covid-19 se aisló. Encima de su ventana de hule cuelgan unos zapatitos de la suerte, dice que para eso son, y en estos tiempos se requieren más de su ayuda.
Pocas veces se levanta durante el día de su silla, en la cual tiene amarrado un almohadón, pero hace una excepción y estira sus piernas para exponer que su local está grafiteado y requiere de pintura nueva.
"Así me lo tienen los malandros", reprocha y vuelve a su silla con ese almohadón amarrado.
Ella continúa en su puesto de periódicos, donde con plásticos sigue protegiendo al papel y la tinta.