“La vida no retoña y yo me voy a vacunar porque no quiero contagiar a nadie”, balbuceó don Pantaleón, un adulto mayor de 83 años, quien no se despegó de un siervo de la nación hasta que logró pasar al área de personas con alguna discapacidad y, en no más de una hora, logró vacunarse.
Como miles de personas, don Pantaleón salió temprano de su casa ubicada en la calle de Juárez sur y caminó rumbo al estadio Nemesio Diez.
Pasó a pasó, y con su credencial del INAPAM colgada del cuello, llegó a su destino. Solo y desconcertado, no sabía hacia dónde caminar.
Su discapacidad auditiva le dificultaba comunicarse hasta que, sobre la avenida Morelos, encontró a una persona con chaleco color vino.
- ¿Quieres recibir la información más buscada en la web vía Whatsapp sin costo? Accede al link, guarda el número y escribe un mensaje con la palabra alta
Con sus documentos dentro de un folder color rosa y su juego de llaves colgando, pidió la ayuda y, desde ese momento, no se despegó del siervo de la nación que era asediado por otros adultos mayores.
Finalmente logró entrar al área de personas con alguna discapacidad y sus ojos mostraban tranquilidad. Un filtro más, y el visto bueno de una persona de chaleco vino, le dio la seguridad de que por fin iba a recibir la vacuna.
“Yo estoy aquí porque no quiero contagiar a nadie. Ya voy de salida pero no por eso no me voy a vacunar”, dijo sonriente el adulto mayor cuya sonrisa se escondía en el cubre bocas azul que llevaba puesto.
Mira joven, prosiguió, “la vida no retoña y mi deber es vacunarme. Esto ya nos afectó a todos y yo quiero estar vacunado para no contagiar a nadie”.
Mientras don Pantaleón platicaba con una de las encargadas de la logística, un uniformado pedía a sus familiares saltarse la fila. Eso no le importo, pues prácticamente ya estaba a unos minutos de recibir la vacuna.
Así, metro a metro fue avanzando a la puerta de entrada sobre la calle de Constituyentes. La alegría era evidente y finalmente entró al estadio de fútbol.
No pasaron mas de 20 minutos cuando don Pantaleón salió del inmueble luciendo una calcomanía en el pecho de que ya había recibido la primer dosis de la vacuna.
“Sí me dolió, estoy flaquito, yo creo que por eso”, platicó al tomar el camino rumbo a su domicilio.
Ya más lúcido y con la garantía de la vacuna, don Pantaleón refirió que iba a esperar el día para aplicarse la segunda dosis.
“Gracias a Dios ya la recibí, nos dijeron que a lo mejor el 21 de marzo nos aplica la segunda vacuna. Hay que esperar ahora a recibir la otra vacuna”, finalizó y, poco a poco, su silueta se fue desapareciendo en el horizonte de la ciudad.