El consejero electoral del Instituto Electoral Nacional (INE), Martín Faz Mora, advirtió la necesidad de construir una educación cívica que permita articular el ejercicio de derechos con transparencia, para contrarrestar el desencanto y la desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones.
Al impartir la conferencia "Retos y Paradojas de la Cultura Cívica", dentro del XII Encuentro Nacional de Educación Cívica", señaló que se deben impulsar programas de educación cívica que respondan a las necesidades de las comunidades, pues cuando hay espacios que permiten la participación, la ciudadanía se apropia de ellos.
Los problemas que enfrentan las democracias, explicó, son evidentes y uno de fondo pareciera ser la incapacidad de las élites y del sistema para incluir las demandas de la población y demostrar que la política puede cambiar cosas.
Pareciera, dijo, que los gobernantes renunciaron a realizar políticas públicas encaminadas al bienestar y se acomodaron a posiciones de poder, hasta que protestas sociales generalizadas o enfocadas a problemas les obligaron a enfrentar que las cosas han cambiado, al igual que los tsunamis electorales que han modificado los equilibrios de las tradicionales fuerzas y partidos.
La ceguera de las élites para ampliar la democracia o sostenerla sobre bases firmes y su incapacidad para promover políticas públicas incluyentes, alertó, han sido caldo de cultivo de algunas de las crisis de las democracias, pues los gobiernos de algunos países en América Latina desde los noventas no han demostrado ser los más eficientes para disminuir las brechas de desigualdad, y éstas incluso se han ampliado.
Además, fenómenos como la corrupción y la desigualdad nutren la desconfianza hacia las instituciones y la ausencia de instituciones sólidas es campo fértil para problemas como la corrupción. Alertó que las democracias pueden morir.
Las democracias, dijo, enfrentan serios retos y pueden morir cuando no son efectivas, cuando excluyen y empobrecen a las mayorías y sus élites no son capaces de mirarlas críticamente y actuar para reformarlas.
El actual desencanto con la democracia, de lo cual dan cuenta diversos estudios, precisó, encuentra parte de su descontento en la desconfianza hacia las instituciones por fenómenos como la corrupción e insatisfacción de mejores condiciones de bienestar social y tiene su causa en la pobreza, la desigualdad y ma desconfianza, pues la ciudadanía no tiene cabida en la solución de problemas públicos y una nula capacidad de exigencia, pues el entramado institucional está diseñado en buena medida para limitar la rendición de cuentas.
El consejero electoral consideró indispensable el papel activo de los organismos electorales, pero señaló como paradójico que los estudios apunten a una debilidad en la cultura política y democrática en México que se profundiza en un intenso fenómeno de desconfianza hacia las instituciones, un proceso de desvinculación social y un desencanto general e insatisfacción por los resultados de la democracia.
La organización y la participación ciudadana, advirtió, han sido fundamentales para la transición democrática en nuestro país desde distintos escenarios, como un marco de presión al sistema político y el brazo ciudadano se ha consolidado como un pilar del andamiaje democrático.
Aún cuando ha habido notorios avances, también ha faltado centrar la atención en la falta de consolidación de una cultura cívica, acorde a ese andamiaje y opinó que es fundamental la construcción de redes que faciliten e impulsen la articulación de un discurso y un modelo social e institucional basado en la cultura cívica.
México, dijo, es un país muy diverso, pero los contextos locales imprimen lógicas particulares a la desconfianza, malestar o desencanto, los cuales pueden ir desde corrupción, a grandes fenómenos de violencia o delincuencia organizada y a eso se añade una realidad de pobreza y severa desigualdad en prácticamente todo el territorio nacional.
La democracia sustancial, dijo, a través de la consolidación de la cultura cívica puede convertirse en un discurso articulador que tiende a romper el desencanto en la vida pública.
Mientras América latina en su conjunto continúa siendo la región más desigual del mundo, agregó, México, de acuerdo con datos del Banco Interamericano de Desarrollo, es el sexto país más desigual de la región y pareciera que los regímenes democráticos no sólo no han propiciado escenarios de mayor prosperidad e igualdad, pues en muchos países la desigualdad ha aumentado dramáticamente en salario y acceso a bienes generalizados
A la par que las democracias se han institucionalizado y consolidado en la región y otras latitudes, las brechas de la desigualdad han aumentado, y con ello, la imposibilidad práctica de acceder al goce efectivo de los derechos de amplias mayorías.
La Encuesta Nacional de Cultura Cívica arroja que solo un 2.5% tiene mucha confianza en los partidos políticos.
El consejero del INE resaltó que cuando se permite la participación de la ciudadanía está tiende a ocupar espacios y fortalecerlos.
Dijo que se ha configurado una frágil cultura cívica en el país que ha minado la credibilidad en las instituciones, en el desempeño gubernamental, en contraposición a una ciudadanía que suele buscar los medios y la intención de organizarse, pero que no ha podido consolidarse como un elemento real de contrapeso.
Ello porque se ha impedido cristalizar un esquema real de rendición de cuentas que permita la correcta vigilancia en la toma de decisiones y el límite de discrecionalidad de intereses privados.
Expresó la necesidad de transitar hacia la construcción de la cultura cívica que permita articular el ejercicio de los derechos fundamentales a la vida diaria de la ciudadanía y generar programas que permitan desplegar acciones desde el ámbito local, regional y nacional con objetivos comunes para garantizar los derechos ciudadanos y contribuir a la reconstrucción del tejido democrático.
También desechar el mito de la apatía ciudadana, pues si bien en el centro del análisis de la débil cultura cívica está la desconfianza y el malestar con la democracia, esto no refleja una debilidad ciudadana, sino enmascara una debilidad en el aparato del Estado para construir pesos y contrapesos.
La ciudadanía, dijo, no es apática, pues tiene propensión a organizarse y a ser activa cuando así se necesita, pero hay un entramado institucional que tiene todos los incentivos negativos para que eso no suceda.
Asimismo señaló que aún cuando la pandemia ha acelerado un proceso de socialización digital con retos, los nuevos enclaves digitales no pueden ser el único espacio.
Encuesta
Los resultados de la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020, con la cual se construirá el informe País 2021, arrojaron que existe un promedio nacional del 88% sobre el sentido de arraigo y pertenencia a ser mexicana o mexicano.
Sin embargo, desde la óptica regional, respecto al grado de identificación con el lugar donde viven, el 80% de las y los habitantes del sureste están muy identificados con su región, pero en el centro, en entidades como Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo y Morelos solo el 65% se sienten muy identificados y casi el 10% se siente poco identificado con su región.
El 73% del centro del país reportó haber tenido problemas de seguridad como robo y delincuencia y la zona noreste: Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Tamaulipas solo el 46.5% lo reporta.
Eso, precisó el consejero, muestra que los fenómenos se presentan y se perciben en forma distinta.
Sobre actos cívicos el 58% de la población del centro del país declaró estar muy interesada o preocupada por los asuntos del país, pero en la región noroeste: Aguascalientes Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Durango, Sonora, Sinaloa y Zacatecas solo el 53% reportó ese mismo interés.
En cuanto a los tres problemas más importantes del país, el promedio nacional sitúa al desempleo en el 49.6%, pero el rango regional varía entre el 43.8 y el 58.2%.
Señaló que una débil cultura cívica articula desintereses, preocupaciones y reflexiones de forma diferenciada por regiones, de acuerdo con las realidades de las comunidades.
El fenómeno global, explicó, pareciera dirigirse a una debilidad cívica que desemboca en un profundo desencanto democrático y las formas en que esta insatisfacción se expresan en lo particular obligan a desarrollar estrategias de intervención diferenciada, desde lo local y regional.