Tras una reja blanca y una casa con paredes verdes se ubica la Dulcería Hernández, en donde apenas traspasar el umbral, el aroma de la leche hirviendo con el azúcar y el ingrediente del momento invaden el aire y provocan la salivación que anticipa el momento de disfrutar uno de esos típicos dulces de leche que han dado distinción a Toluca.
Sólo un pequeño letrero blanco con letras azules distingue la Dulcería Hernández, ubicada en el 304 de la calle Texcoco, colonia Sector Popular, más conocida como colonia Sánchez, en donde nos recibe Carlos Hernández Nava, uno de los integrantes de esta familia dedicada a la fabricación de dulces de leche.
Después de mostrarnos el área de venta, la de exhibición que incluye los tradicionales macarrones, los dulces de leche con sabor a guayaba, a nuez, a vainilla, a almendra y piñón, las frutas cristalizadas como el higo y la naranja, los limones rellenos de coco fresco, las cocadas y muchos más, nos conduce a un pequeño y acogedor jardín donde nos cuenta cómo se ha desarrollado el negocio.
Carlos Hernández comenta que la tradición de elaborar estos manjares tiene ya 120 años, la iniciaron sus bisabuelos y aunque no conoce muy bien la forma en que empezó el negocio, piensa que tal vez lo utilizaron como medio para subsistir y empezaron a vender un dulce, luego otro y más, hasta que se convirtió en la tradición familiar que subsiste hasta ahora que ya han empezado a utilizar azúcar baja en calorías para consumidores diabéticos.
Carlos Hernández señaló que a pesar de la situación económica que priva en el país, las ventas de estos dulces se mantiene en niveles aceptables.
Al no ser un producto de primera necesidad y no formar parte de la canasta básica, yo digo que sí los dulces tienen buena demanda
Con sólo leche y azúcar se elabora la base de todos los dulces de leche, incluidos los jamoncillos, explica José Hernández, quien está pendiente de los casos de hierro que sobre las hornillas contienen los dos ingredientes en plena ebullición y a los que periódicamente remueve con la ayuda de una pala de madera.
Al igual que Carlos, José Hernández no revela la receta familiar del exquisito manjar, pero sí nos informa que la primera parte del proceso requiere de, al menos, cuatro horas para que la leche con el azúcar se reduzca hasta permitirles formar la pasta con el sabor que les corresponde para luego pasar a completar el proceso hasta llegar al corte y luego a las charolas donde serán exhibidos al público.
Carlos Hernández resaltó que el no incorporar conservadores a los dulces hace que no se puedan comercializar en el extranjero por lo corto de su estado, pero dijo estar dispuesto a probar alguna alternativa que respete su intención de cero productos artificiales, como el empaque al alto vacío.
Sin embargo, hasta ahora ni él se ha acercado a instituciones gubernamentales o de educación superior que se dediquen a los alimentos, pero no pierde de vista que sería un paso importante para expandir el negocio, concluyó.