Luego del desborde del río Lerma, a Alejandra Guerrero ya solo le resta encomendar su hogar a Dios, dice.
"Qué podemos hacer, ya si nos agarra y nos toca, ya solo Dios sabe", explaya doña Alejandra, mientras se pasea en un pequeño jardín donde le sobreviven unos duraznos y un ciruelo. A unos cinco metros de su domicilio, el río Lerma burbujea por los químicos que se concentran en su superficie.
Hay alerta, el río ya tiene una fractura que ha provocado su desborde y sigue creciendo.
"Si llueve hoy y mañana, sí se desborda todo", advierte un empleado del ayuntamiento de Lerma que trabaja desde ayer con otro grupo de hombres para encostalar la zona de la fractura.
Junto a la casa de doña Alejandra, está la de los Martínez Hernández y la cual ya padeció estos días con inundaciones debido a las lluvias, aunque no por las aguas del Lerma.
“Estamos batallando con el agua del drenaje, ahora imagine si se desborda el río”, cuestiona José.
En una casa de unos cinco metros de ancho por unos 20 de fondo viven cuatro familias, y ese domicilio construido en la orilla del río Lerma es su único hogar, aseguran.
A lo largo de una brecha que bordea el río en la colonia Isidro Fabela, hay otras casas, con los mismos cimientos y bajo el mismo riesgo, que la de José y doña Alejandra. Ellos saben que están al lado de un “río muerto” que puede desbordar y pudrir todo cuanto toque.
También saben que sus domicilios no deberían estar allí, porque la norma de la Ley de Aguas Nacionales define 10 metros de anchura contiguas al cauce de los ríos como zona federal.
“Nadie ha venido a advertirnos, no hay a dónde ir si sube más el agua”, reprocha José de Jesús, parado frente a su casa.
TRES DÍAS EN AGUAS NEGRAS
Cruzando un puente metálico, al otro extremo del río, se ubica la colonia Guadalupe. Otro destino del agua excedente del Lerma. Allí llevan tres días exprimiendo trapos y tandeando el agua con cubetas a la calle.
“No hemos podido sacar el agua, porque llueve y se vuelve a inundar”, explica Erika Villalobos Espinoza, vecina de la calle 24 de Diciembre.
Su casa, en la que vive con su hija, su madre y su padre, es la más afectada con el desborde de los riachuelos adjuntos al Lerma.
“Se puede decir que esta agua es del río, porque se viene por los canales y estos se desbordan acá”, comenta Erika, mientras tandean con unas jícaras el agua hacia la calle.
No han logrado secar los pisos, porque el agua brota desde el patio de unos hoyos. Prácticamente flotan en las lagunas que crean el río.
“Aquí no viene Protección Civil, solos sacamos el agua, y así estamos ya tres días”, reprocha Erika Villalobos.
UNA ALERTA
En el borde del río, en la zona donde se generó una de las fracturas, docenas de hombres del ayuntamiento de Lerma llenan costales. Lo han hecho desde el jueves y no pueden contra el río.
Temen no acabar este fin de semana y que vuelva a llover. “No hemos parado y ya se hizo una laguna de este lado”, cuenta Rubén, uno de los servidores públicos que organizan el llenado de costales.
Hace tres años fue la última vez que el río desbordó por completo y causó desastre en la zona. Y auguran que volverá a pasar.