"No es lo mismo", dice Joana Arias, madre de Britani, una pequeña que reta el frío y sus primeros años de preescolar con un lápiz y unas cuantas hojas en la comunidad de Loma Alta.
"Ahorita yo le estoy ayudando con los trabajos que manda el maestro", explica Joana.
Es simple de entender esa frase de la joven, porque allí en Loma Alta, en Zinacantepec, la señal de la tv abierta se distorsiona por los lomeríos y la única forma de ver los canales de la SEP, es contratando el servicio por cable.
Las dos primeras sesiones del lunes y el martes se hicieron siguiendo el rol de actividades que el profesor de Britani, le envió a su madre por celular. Actividades básicas, como cortar y pegar, y que por lo pronto no implican gastos.
"Hoy estamos viendo esto de la selección de los tipos de hojas de los árboles", dice Joana. "Es para que ella sepa identificarlos", sobre el comedor de la casa de su suegra, extendió las hojas que recolectaron a espaldas de la vivienda. En una de las hojas de la libreta las van pegando y en eso pasarán el segundo día escolar.
"Aquí, es lo único a lo que se tiene acceso, nada de internet, ni ponerles videos", reitera la ama de casa.
Por eso, no es difícil de entender cuando Joana dice "no es lo mismo", porque se refiere a que en las zonas rurales del Estado de México los niños no tienen acceso a lo que los alumnos de la zona urbana para afrontar el ciclo escolar virtual.
En Loma Alta quizás el Covid-19 no derribó la salud de sus habitantes, pero sí los dejó sin conexión al aprendizaje virtual, del que tanto habla el Gobierno federal.
"Es más difícil aquí, por eso el maestro nos manda material", refiere la joven madre. En la ranchería de 200 habitantes el ciclo escolar no llegó el lunes por la televisión, llegó en una libreta y la asesoría de Joana y su hermana Celia y otras madres del poblado.
Ambas hermanas tuvieron que conectar internet vía la compañía VTV, que funciona con recargas electrónicas por mes. Pero son 200 pesos que en Loma Alta cuesta ganar.
"Mi hermana se quedó ahorita sin cable, no le ha puesto recarga y la tele abierta aquí no tiene señal", reitera Joana.
Con otro grupo de mujeres están planeado realizar actividades al aire libre para sus hijos y que el día sea más productivo.
"Vamos a salir a realizar unas actividades que aprendimos", dice que eso ayudará a suplir la carencia de tablets o computadora.
En las zonas urbanas una tableta oscila en un precio de mil 300 pesos, una pantalla de tv en 3 mil 500 y una laptop hasta en 5 mil pesos. Esos gastos, allí en Loma Alta, son tres veces el presupuesto de un mes que se saca en la cosecha de papa.
Celia Arias es la hermana mayor de Joana y su situación es aún más precaria. Sí, porque son dos hijos, Alan que ingresó a sexto y Yaretzi que inició el primer grado.
Su equipo de útiles escolares de ambos constó en un par de crayones, lápiz y una libreta, con eso, y su entusiasmo por volver a los cuadernos, se retornó al aula de su casa, que desde marzo se improvisó por la pandemia del Covid-19.
"Les instalé esta mesita para que estudien y espero en estos días ya poder pagar el cable para las clases de la tele", explica Celia.
Junto a un sillón de la salita, Yaretzi se arrimó su mesita para releer con Celia la programación de actividades que le envió el profesor.
En las actividades del martes resalta algo curioso. Celia lo intenta leer de corrido: "dice que hay que realizar un mapa mental del Covid y que podemos apoyarnos en el internet", la joven solo ríe. No hace falta explicar su risa. "Ya ve, dice que internet, si no tenemos ni señal de tele". La escena es irrisoria y muy verosímil en cada comunidad rural e indígena del Estado de México.
"Ya que no haga frío, quedamos de hacer actividades al aire libre", cuentan las dos hermanas. Por el momento solo se ayudan de hojas de papel, recortes y los libros de texto que, al menos, allí a Loma Alta no llegaron retrasados.
"Cuesta más aprender aquí", vuelve a reprochar Celia. Explica que en el pueblo hay un solo ciber a pie de carretera en la parte alta y una copia sale en cinco pesos. Hasta eso cuesta más, insiste.
Este martes en Loma Alta el día no fue considerado para los alumnos de la primaria Benito Juárez el preescolar Andrés Bello, no al menos por el frío invernal que pareciera se adelantó con una sábana de niebla espesa.
"Aquí así es casi todo el año, pero más diciembre", advierte Paula, la suegra tapando su rostro con un gorro y rebozo.
El Covid-19 quizás no llegó a Loma Alta a derribar la salud, pero sí los dejó aislados. Hasta el último en el ciclo de ayuda, de bienestar y aprendizaje.
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