La teoría clásica de la división de poderes suele devaluarse entre la simulación política y los chantajes partidistas, sin embargo, tras lo ocurrido en los comicios locales del primero de julio la ciudadanía tiene una histórica oportunidad para garantizar la existencia de gobiernos divididos.
En la próxima Legislatura local, que inicia en septiembre de 2018, la bancada de Morena y sus aliados serán mayoría frente a un PRI disminuido casi a su mínima expresión, pues con base en los resultados electorales preliminares sólo estaría ganando una diputación local de mayoría, más lo que pudiera rescatar por la vía de la representación proporcional.
En la historia contemporánea, el Estado de México siempre ha sido gobernado por el PRI.
Dicho control del tricolor también se ha repetido en el Poder Legislativo de la entidad, salvo en el periodo de 1996 a 2000 y de 2003 a 2009, cuando la oposición logró ciertos contrapesos parlamentarios.
Hoy la historia es distinta. Un partido de izquierda aparece en la escena, mientras el partido gobernante es castigado severamente en las urnas y queda totalmente desdibujado en el próximo Congreso local.
Al margen de la posición que finalmente adopten los nuevos diputados de Morena y sus aliados, la ciudadanía tiene la alternativa de vigilar a esos representantes populares para hagan realidad la division de poderes.
División no entendida como confrontación, sino división de gobiernos para verdaderamente desarrollar funciones de revisión, fiscalización, evaluación y transparencia gubernamental. Capacidades legislativas que en regímenes de poca pluralidad suelen obviarse. Hoy es distinto. *