Una vez postrado frente al pozo, extrae de entre sus ropas una imagen de la Virgen; la coloca sobre una viga donde se encuentra atada una cuerda que le servirá para descender en busca de su tesoro: el agua.
Don Fasto Cualí, originario de la comunidad de San Francisco Tlalcilalcalpan, en Almoloya de Juárez, lleva más de 10 años no solo buscando el vital líquido, sino también en el oficio que llamó “limpiapozos”.
“Hace más de 10 años y ante la carencia de agua potable en la comunidad me aventuré a construir un pozo en mi domicilio y a partir de ahí, me gusto lo que hice”, relató.
Pese a sus 66 años de edad, encontró en ese oficio una forma de subsistir y acepta que ante la necesidad cada vez más marcada de obtener agua, su trabajo es más solicitado.
“Aquí en el pueblo el agua potable siempre ha sido muy escasa, llega solo una vez por semana y hay familias que no tienen acceso, por eso optan por construir un pozo artesanal”, agregó.
Don Fausto detalló que su labor nunca ha escarbado sin lograr encontrar agua; asegura la tierra es muy bondadosa.
“En varios trabajos nos dicen desde que llegamos que ahí no vamos a encontrar agua, pero nosotros nos encomendamos a la virgen y afortunadamente hallamos el agua”, indicó.
Platicó que el pozo más hondo que le ha tocado explorar y limpiar fue de 29 metros de profundidad, una distancia que se vuelve muy larga cuando se trata de descender en un espacio muy reducido.
Una cuerda y un traje a base de dos plásticos negros amarrados en su cuerpo, son las únicas herramientas para descender a la profundidad del pozo.
“Nunca me ha pasado nada porque me encomiendo a la virgen, de hecho llevo una imagen aparte conmigo para cuando llego al fondo del pozo.Ella me ayuda allá abajo”, refirió.
Dos horas o más -depende de la profundidad-, es lo que tarda don Fausto en finalizar su labor que consiste, subrayó, en limpiar el pozo y permitir que las venas de agua circulen para que brote el agua.
En el caso de la construcción de un pozo, detalló, se cobra por metro, actualmente nosotros cobramos alrededor de 700 pesos por metro, pues lo hacemos a pico y pala.
Si ocupo de un ayudante, pues es quien me tiene que ayudar a bajarme las herramientas que voy a utilizar estando abajo del pozo. La coordinación, reiteró, es vital, pues a veces con un chiflido o un estirón de cuerda, sabe lo que necesito.
“Bajar al pozo no es algo sencillo, yo lo hago porque tengo mucha práctica y mi cuerpo todavía me deja, pero ya después, quién sabe, seguramente me voy a retirar”, finalizó una vez que había finalizado su trabajo.