Petra Arzate deletrea lento unos párrafos en el monitor de la computadora. Sonríe y dice que hace cinco meses no lograba leer una palabra. Se consideraba analfabeta, ese adjetivo que es sinónimo de discriminación en el país y también da lugar a una condición laboral raquítica.
"Si no tienes certificado por lo menos de secundaria, solo te dan trabajo para limpieza", señala Petra al tiempo que saca de su bolso su certificado de primaria.
Hace cinco meses llegó al INEA, una contadora del edificio donde trabaja en intendencia, la llevó para que hiciera la primaria. "Una señorita que es contadora me dijo que aquí nos enseñaban a leer y escribir y, podía terminar la primaria", explica Petra.
El programa en el que está, se denomina plaza comunitaria y son atendidos por docentes a los que se les nombra Figuras Solidarias, que forman parte del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA).
Junto con Petra, otro grupo de mujeres asiste a la misma plaza comunitaria en el centro de Toluca, en su mayoría amas de casa y trabajadoras domésticas.
Erika Bernabé Rangel, quien es la técnico de apoyo en el programa, explica que los grupos son en su mayoría de mujeres, con pocos hombres.
"Vienen de El Cóporo, Zopilocalco, la Teresona y la colonia Sánchez, son mujeres que hacen trabajo doméstico en su mayoría", agrega la docente.
La plaza en donde se atiende, cuenta con una oficina y una aula, ahí las alumnas reciben asesoría y presentan sus evaluaciones vía un programa digital.
Petra asiste una vez por semana a esas asesorías, sobre todo en las mañanas, pues no puede descuidar su empleo en el edificio de gobierno donde hace limpieza, dice.
"Yo la verdad tenía ganas de aprender", revela Petra.
La mujer de 56 años explica que el ser analfabeta hace inseguras a las personas, las limita y remite a emplearse en trabajos informales.
"Cuando yo me subía a los camiones, los reconocía por su color y así me transportaba, o memorizaba las letras", dice sin apenarse.
Petra llegó al INEA para estudiar solo la primaria, pero se dio cuenta que podía seguir la secundaria y con ello conseguir un mejor empleo.
Su motivación era esa, tener un mejor empleo, pero también ser ejemplo de sus hijos.
"Ahora que tenga mi certificado de secundaria, voy a ir de nuevo a la fábrica a buscar trabajo, ahora sí no me podrán decir que no", sonríe y se le mira entusiasmada. Sabe que su condición ha cambiado.
El rostro de Petra aún pareciera que tiene pena, es tímida y sonríe poco. Pero es una mujer que ha batallado y creció a sus críos sin la ayuda de un hombre.
"Soy madre soltera, a mis hijos solo les pude dar estudio hasta la prepa, es duro", repone.
En su grupo hay otros 169 alumnos, casi todos de su edad y con las mismas carencias.
"Miré, este mi boleta de la primaria", Petra muestra el documento que sacó de su bolso. Lo presume porque es de las mejores estudiantes del INEA: 10 en Alfabetización, 10 en lectura; 10 en escritura y una calificación igual en ciencias naturales.
Es ejemplo de sus hijos y lo sabe. "Ya me siento con más confianza, se siente uno bien", externa Petra Arzate Santana.