Cada noviembre, en Toluca, el centro se llena de colores y recuerdos, donde la vida y la muerte se entrelazan al ritmo de pasos infantiles. Este año, en la decimotercera edición del desfile de catrinas y catrines de la Primaria “Eudoxia Calderón Gómez”, alrededor de 900 estudiantes hicieron vibrar las calles, vistiendo el clásico traje de la muerte con un toque único de inocencia y alegría.
Desde los más pequeños hasta los mayores de sexto grado, olvidaron por un rato sus uniformes y se transformaron en personajes elegantes y tradicionales para capturar en su ropa y maquillaje la esencia de una festividad tan mexicana como es el Día de Muertos.
El desfile, que recorrió las calles de Independencia, Primero de Mayo, González Arratia y Leona Vicario, dejó boquiabiertos a los vecinos y locatarios, quienes salieron a observar cómo los niños, con sus caras pintadas de blanco y negro, dejaban de lado el miedo a la muerte y se entregaban al colorido de una celebración de vida.
“Me gusta mucho este recorrido. No sé si otras escuelas lo hagan, pero es algo que me emociona; vestirme de catrina es una de las cosas que más me gustan, siento que es poner en alto nuestras tradiciones”.
Desde su primera edición, el desfile ha buscado más que solo adornar las calles; su propósito es que los niños y niñas se sientan parte de la tradición, despertando en ellos el amor por el Día de Muertos y las historias que vienen con él. Esta iniciativa de la primaria “Eudoxia Calderón” ha ganado popularidad no solo entre los alumnos, sino entre los padres, como Fernanda, quien observa el evento como una oportunidad única para reforzar la identidad cultural de sus hijos.
“Es muy importante que se fomenten las tradiciones, pero desde una visión infantil. Ver a los niños emocionados es hermoso. Ellos se preparan durante días y así aprenden a esperar a nuestros difuntos en la ofrenda”, expresó.
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El desfile de catrines y catrinas de la Eudoxia Calderón ya es una tradición en sí misma, y durante una hora, las calles del centro de Toluca se llenaron de flores, risas y música, en una celebración que revive la presencia de los seres queridos que ya no están.
Los rostros pintados y los atuendos elegantes de los niños recordaron que, en México, la muerte no es el final, sino un motivo más para celebrar. Entre los pasos de los más pequeños y las sonrisas de los padres que los acompañaban. La ciudad se cubrió de ese folclor que caracteriza al Día de Muertos y que transforma el recuerdo en una alegría compartida.