El Estado de México cuenta con un panorama complejo en materia de migración laboral, pues es destino de migrantes de diversas partes del país para trabajar, así como lugar de paso de migrantes de distintos países que buscan llegar a la frontera norte para cruzar a Estados Unidos.
De igual forma, la entidad mexiquense es origen de distintas movilidades laborales y flujos migratorios que se dirigen hacia diversos destinos dentro y fuera del país. Ejemplo de esto último son los flujos migratorios que tienen su origen en comunidades rurales de la región noroeste del Estado de México, particularmente de los municipios de San Felipe del Progreso y San José del Rincón, los cuales cuentan con una importante presencia indígena, así como preocupantes índices de rezago social.
En dicho contexto, “salir” en busca de trabajo aparece como una opción viable ante los bajos rendimientos de la actividad agrícola y la falta de oportunidades laborales dentro de las comunidades rurales. Si bien migrar no parece ser una novedad en ambos municipios, estas movilidades laborales cuentan con una interesante complejidad sobre la cual vale la pena llamar la atención, y que se ve reflejada en los resultados de la Encuesta Intercensal 2015.
En primer lugar, destaca la permanencia de una movilidad laboral de carácter urbano y metropolitano, con destino hacia Toluca y la Zona Metropolitana del Valle de México, que cuenta con una importante circularidad. Asimismo, una interesante diversificación de destinos migratorios al interior de la República Mexicana, que van desde estados colindantes como Michoacán, hasta entidades más alejadas como Sonora o Quintana Roo, con ausencias que pueden prolongarse durante meses.
Las comunidades rurales de ambos municipios también cuentan con migración laboral hacia Estados Unidos, generalmente indocumentada, y en donde el actual clima antiinmigrante en aquel país impone no sólo estancias cada vez más prolongadas, sino también una creciente presencia de personas en edades productivas con experiencia migratoria en Estados Unidos que han retornado (voluntaria o involuntariamente) a las comunidades rurales de ambos municipios. Si bien la búsqueda de trabajo tiene diversos destinos, y los y las migrantes desarrollan diversos trabajos (albañilería, empleo doméstico, comercio, etc.), los datos señalan que un elemento que distingue a estas experiencias migratorias se refiere a la precariedad de los empleos obtenidos, asociada a los bajos salarios, la falta de prestaciones sociales y la inestabilidad.
Este escenario nos reitera la necesidad de generar empleos dignos en las localidades de origen, a modo de poder aprovechar la fuerza de trabajo de estas localidades y promover un mejoramiento en las condiciones de vida de los habitantes de las zonas rurales de ambos municipios. No es una idea nueva, pero es una demanda que mantiene vigencia ante una realidad que merece atención.
*Profesora-Investigadora del Centro de Investigación y Estudios en Movilidades y Migraciones Internacionales (CIyEMMI) de la UAEMéx