El único empleo seguro a la mano para una mujer trans es ponerse en un esquina y esperar un cliente, así lo expuso Jessica una mujer transexual de Toluca que ha trabajado en lo que puede desde los ocho años.
Las vacantes que busca a diario el grupo de amigas de Tanya no están disponibles porque los empleadores les dicen que su apariencia física no coincide con las de sus credenciales y allí comienza la discriminación. Aunado a esto y según la activista, en el Edomex no hay un número abierto de personas trans por lo que es difícil cuantificar a este sector.
Ante este panorama, el pasado miércoles diversas organizaciones presentaron ante la Legislatura local una iniciativa denominada “De cupo laboral”, a través de la cual piden al gobernador Alfredo del Mazo, a alcaldes, alcaldesas, diputadas y diputados locales promover la inclusión laboral de personas trans y no binarias y contemplar al menos un tres por ciento de las plazas disponibles en el servicio público a esa comunidad.
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EL TRABAJO DURO DE LAS CALLES
Jessica dice abiertamente que no quiere regresar a la calle porque es el trabajo más duro. Como muestra de ello, con ojos rojizos y lagrimas que le brotan de coraje expresó: “ya no quiero regresar a las calles, porque ahí nunca sacas nada bueno”.
Con trabajo de la calle, se refiere al sexoservicio que otorgaba en la avenida Humboldt desde joven; sin embargo detalló que hace 10 años se retiró pero no al cien.
No me retiré al cien, a veces voy, apenas ayer fui, porque no hay de dónde.
Jessica y otras mujeres trans deben vivir en la misma condición, sin derechos a un trabajo formal, incluso sin un hogar, porque en cierta etapa de sus vidas fueron repudiadas por sus familiares sanguíneos. “El dinero que uno ganaba se gastaba, porque uno siempre vive en la precariedad”, sostiene Jessica.
A sus 40 años reflexiona distinto y externa que dejó las calles para buscar autoemplearse en la informalidad para darle ejemplo a su sobrina.
“Desde hace catorce años he criado a mi sobrina, en esta casa también vive mi hermana y este es un hogar”, explayó Jessi ataviada entre un mandil y una falda que le cubre los pies y una red que le tapa el pelo y solo le deja ver el rostro con un labial rojo y unos ojos llorosos mientras reniega que el gobierno les niegue el derecho a un empleo formal y que por el contrario, les cobre impuestos como a todos los ciudadanos.
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“Aquí en esta casa se paga luz, se paga agua, se paga renta”, reprochó Jessica tras declarar que “Los que están mal, son ellos, más que nada, porque nos niegan lo que nosotros les pagamos con los impuestos”.
AUTOEMPLEO
“Yo trabajo desde los ocho años”, expone la mujer transexual. Ahora alejada de las calles, Jessi vende jugos y desayunos, y también se hace cargo del comedor comunitario que abrió la comunidad trans durante la pandemia.
“Voy a vender mis jugos aquí en la puerta”, dice esperanzada en lo que viene. “Me salí de las calles para darle un buen ejemplo a mi sobrina”.
El autoempleo se extiende a otras compañeras que también emprenden en sus propios micronegocios para sostenerse. “Cuando estaba en Humboldt desgraciadamente uno no ahorra, por eso vive al día”, dice Jessi.
La mujer transexual, hasta antes de la pandemia, estaba en una escuela de estilismo pero cerró y a la fecha no ha podido ejercer. Por eso la iniciativa de ley presentada ante el Congreso local es una leve esperanza para las generaciones que vienen detrás de Jessica y otras mujeres trans en el estado.