Hace unos días atrás, a don Simón lo vieron caminar aún frente al zaguán de su casa, más "fuerte que un roble". Pero por la tarde del sábado, en las calles de Xonacatlán se regó el rumor de su muerte:
"¡Se murió el señor de las tortas de helado! sí, don Simón Sánchez González", murmuraron el sábado y hasta el domingo por la mañana en la calle 16 de Septiembre, donde vivía el heladero, en los grupos de "feis" de los barrios y pueblos aledaños.
Simón Sánchez González murió cuando el país está en el pico de los contagios por Covid-19 y a un día de iniciar la fase uno para la llamada "nueva normalidad".
Un entierro en tiempos de Covid-19, no deja lugar a velatorios, rezos, ni despedirse a sus anchas. Es todo a prisa y bajo los protocolos sanitarios. O al menos no como les hubiera gustado a la familia, despedir a don Simón.
LOS HELADOS
"Sus helados le gustaban mucho a la gente", cuenta Cristian, uno de los nietos de don Simón. La Paletería y Nevería Sánchez, tiene una tradición de más de medio siglo en Xona, dice Cristian. Él es la generación que le seguirá, ahora que no está su abuelo.
Aunque la receta de las tortas de helado y un barquillo al que le puso "El Dorado", se fueron con don Simón.
Su heladería la constituyó al frente de su casa, que luce una fachada pintada en amarillo combinada con un verde limón. La pintura hace juego con el techo de teja rojiza, y es la única en la cuadra que aún viste arreglos del siglo pasado.
Por encima de la cortina de la heladería le pintaron unas letras en negro que dicen: "Paletería y Nevería Sánchez", por la familia que formó don Simón.
Su pequeño negocio podría pasar desapercibido y perderse entre las recauderías, carnicerías y tiendas de abarrotes de la cuadra. Pero el invento de la torta de helado, tiene un sabor especial que no se ha podido copiar.
"Yo creo que más bien era la forma de atender de mi abuelo, pero sí saben buenas las tortas, es un pan especial", añadió Cristian.
Las teleras las compran en la panadería Bernal, que le surte a diario unas 150 piezas. El resto, era arte de emprendedor de don Simón para atraer a los clientes.
"Fue un gran abuelo, le aprendí el trabajo, se levantaba a las dos de la mañana cuando hacía hielo. Y a las siete tenía su café y su telera, nunca le fallaban", cuenta Cristian.
Don Simón tuvo siete críos, cuatro mujeres y tres varones, dos de los hombres fallecieron antes que él, recuerda su nieto. El último tuvo sus días finales también en mayo, justo el año pasado.
Aunque la familia no disminuye, pues le quedan unos 30 nietos, relata Cristian. Por eso quizás fue aún más lúgubre la despedida del heladero.
Sus hijos lo llevaron al hospital el sábado 30 de mayo. Aguantó toda la tarde y por la noche dejó de respirar.
LA REZANDERA
La sepultura de don Simón se programó al mediodía del domingo, sin más horas de velatorio ni rezos. Frente a la casa se pegaron dos cartulinas, una que anunciaba la hora del sepelio y otra que aclaraba que don Simón se fue por causas naturales: "Falleció por causas naturales", quizás el anuncio fue por si un curioso tuviera dudas.
En el patio de la casa, se levantó una lona para reposar al centro el ataúd color roble. Sobre el corredor se tendieron dos hileras de sillas, al igual que en el patio y a un costado de la caja. También dos rezanderas. Dos mujeres que guiaron los "misterios" durante toda la mañana. Con una biblia entre las manos, su rebozo y el cubrebocas.
En sí, todos los asistentes lo portaban y en el corredor de la casa se dispuso gel antibacterial y cubrebocas para las personas. En la hilera de sillas todas las mujeres los portaron. Aunque si no se seguía esa instrucción, no había reproche ni nadie los juzgaría. En Xonacatlán, se acostumbra la vida colectiva. A tener la puerta abierta, recibir visitas de los compadres y nietos, estrecharse la mano con el "buenos días". Un rosario por don Simón, resulta del todo incuestionable.
Sobre el ataúd del heladero se colocó una telera, sus preferidas en el desayuno de las mañanas y un refresco de cola, con su foto tomada en una jornada en la paletería.
El féretro no pudo ser abierto y se sellócon plástico transparente, según los protocolos que la autoridad les pidió a la familia Sánchez, aunque don Simón falleció de causas naturales.
LA COSTUMBRE
Neto, quien nos enlazó con la familia de don Simón, explica que en Xonacatlán no acostumbran entierros opacos. La tradición, como en todo México, es similar a una fiesta de bautizo o una quinceañera, que hace sincronía con el luto.
Si no fueran tiempos de Covid, el frente de la casa de don Simón tendría extendida una gran lona, habría mesas y sillas listas para recibir a los visitantes. Se serviría agua, café y antes de salir al panteón, habría una primera ronda de mole con arroz.
"Ahorita van a empezar a tocar las campanas, eso sí no falla", añade Neto.
Al otro extremo de la calle 16 de Septiembre, la gente se siguió acumulando toda la mañana. Sobre todo mujeres de 50 y 60 años, que quizás deben tener en la memoria recuerdos de don Simón.
El aperitivo en los entierros de Xona, es el pan con café y el piquete de tequila.
Y a la mañana siguiente, un desayuno previo, que consiste en café negro con teleras.
El menú se acostumbra que sean nopales con charales en caldillo de chile rojo. Pero poco de eso hubo en el sepelio de don Simón, por los tiempos de Covid.
Al mediodía comenzaron a echar las coronas y flores a una camioneta y el ataúd se cargó a otra camioneta. Así sin más, se hizo el recorrido para llevar a sepultar al heladero.
Cuando don Simón falleció, el país caminaba hacia la "nueva normalidad" después del Covid-19. Sí, ese virus que se ha llevado hasta el 31 de mayo 9 mil 779 personas en el país. Pero no ha don Simón. A él, se lo acabaron los años después de una buena vida, el buen trabajo y una prospera familia.