El pecho de Alexis está lleno de escapularios y su pichonera llena de correspondencia, la que debe vaciarse al terminar el día.
En la oficina postal de Toluca, la de Correos de México, los pichoneros, que son unos cubículos con cajones de frente y un escritorio, son el sitio de donde se ordena, sella, selecciona y distribuye por calles, colonias y manzanas la correspondencia del Valle de Toluca.
A Alexis le corresponde el rumbo 20, que abarca todo Paseo Colón, la Calzada al Pacífico, Ceboruco y Heriberto Enríquez. En total unas 60 calles por recorrer a diario y en su motocicleta, por fortuna, dice.
“Son como unas setenta calles, y en todo el mes alcancé la entrega de siete mil piezas”, explica Alexis Alfredo González Molina, cartero del Servicio Postal de Toluca.
“Todas las piezas deben entregarse, no debe quedar ninguna”, acentúa Alexis. Es una “entrega inmediata”, que aunque pareciera se ha sustituido por otros medios, es indispensable en el giro de la entrega y recepción de la vida postal de México.
CON OLOR A LOS RECUERDOS
El edificio postal se ubica sobre la calle Miguel Hidalgo, en el centro de la ciudad, en la primera planta está el servicio de recepción y buzones, pero en el segundo piso, pareciera que el tiempo se regresa. Detrás de los vidrios de una puerta que lleva a los lockers de empleados, de inmediato huele al “papel con olor a los recuerdos”. El olor de las cartas que se escribían a mano.
Ahora en esas pichoneras solo se distinguen empaques de recibos de luz y notificaciones bancarias. De fondo, unas estampillas postales pegadas, la imagen de San Judas y unas fotos familiares.
“Son ochenta pichoneras con igual número de carteros, cada uno cuenta con un costal donde tiene su correspondencia”, explica María del Carmen, la encargada de la oficina postal.
“Ya casi no se entregan cartas, pero siempre sale una que otra”, dice Juan de Jesús Díaz Moreno, otro de los carteros del servicio postal.
A Juan de Jesús le toca otro rumbo, pero también con un número similar de entregas. Lo que no falta todos los días, es eso, seguir recorriendo calles y hacer mover los engranes de correos mexicanos.
El sistema se ha adaptado, pues hay otros servicios, dice María del Carmen.
"Tenemos otros servicios, la gente puede venir y dejar sus cartas y el receptor puede venir por ella aquí", añade.
En el día de su festejo los carteros y carteras se reúnen y realizan un recorrido por el centro de la ciudad, echan porras y aplauden para darse ánimo y que su oficio no se acabe.
"Mientras se siga escuchando que llegó el cartero, aquí estaremos", dicen los empleados postales.
De forma metafórica, el servicio que dan los carteros, se ha ido guardando en una caja para darle paso a las redes sociales y la tecnología de los celulares.
Por eso añorar que llegue una carta, ahora vale más. Porque de eso, ya hay poco.
"Claro que sigue habiendo gente que envía cartas de amor, que le escribe a sus familiares", dice Alexis.