Toluca, México.- ¡Mire le vengo ofreciendo loque es este caramelo! ¡Mire no me lo desprecie, es para ayudarmeen mis estudios! -Repite Carlos, incansable y sin modificar su tonode pregonero a bordo de los camiones de transporte público, suúnica forma de ganar unas monedas para pagar sus gastos en laescuela.
A diario, cargando con una bolsa repleta decaramelos y chocolates con envolturas, sube y baja de los camionesen distintas rutas, que van en todas direcciones, su trabajocomienza después de las horas de clase en la escuela y terminacuando cae la noche.
"A mi no me dicen nada, si hay anuncios quealgunos choferes los traen pegados que dice: ¡No dulceros, nopayasos, no músicos! pero yo sigo subiendo" relató Carlos, quiensabe que los vendedores y artistas ambulantes a bordo de loscamiones ha quedado prohibido en las últimas semanas, aún así,se arriesga.
Tiene sólo 13 y va en el primero desecundaria, pero su agilidad en el pregón de vender a bordo de loscamiones y la seguridad en su andar, le asemejan la edad de unadulto; las calles -dice- también son su escuela.
De Palmillas a Tres Caminos y de ahí alcentro, no le importa si es domingo, sabe que debe acabar con laventa del día.
-¡En esta bolsa traigo de venta unosdoscientos pesos! -explica Carlos, mientras cuenta sus monedas quecarga siempre en las bolsas de sus pantalones, producto de susventas del día.
-¿Y cuánto te pagan por la venta?
-No me pagan, todo es para mí, yo compro mimercancía. -Afirma el pequeño comerciante y que a su corta edadse comunica como un experto negociante.
Este lunes el gremio de trabajadores ambulantesdel transporte público de Toluca, tienen programado una marcha quellegará a las oficinas de la secretaría de Movilidad, paraprotestar en contra de la norma que les evita subir a los camionesa vender.
De acuerdo a los representantes del gremio, sonmás de mil personas las que trabajan a bordo de las unidades deltransporte público, entre músicos, payasos y niños comerciantescomo Carlos.
"Son pocos los choferes que no te dejan subir,los que van a la Pila ya no suben y ahí si va bien", lamenta elpequeño comerciante.
A la última unidad que lo llevó, subióbrincándose los contadores electrónicos y de la misma manerabajó, de otra forma, no podría acabar con las ventas deldía.
"Hay unos que traen camaritas y si sus patroneslas miran y se dan cuenta que nos suben, los regañan", diceCarlos, acostumbrado también a la inseguridad en los camiones,pues aunque no es el blanco, le toca ver a diario la forma en quese manejan los grupos del crimen en su negocio andante.
"Si, está feo, pero a mi no me ha tocado, solover cómo se suben asaltar, los choferes te cuentan luego", revelael niño comerciante, mientras choca los puños para despedirse ybrincar nuevamente el contador electrónico y alejarse en eltumulto de gente que baja.
-¡Sale mi jefe, suerte!-pregona por últimavez Carlos.