Afredo y Julio César son dos jóvenes organilleros que todos los días recorren las calles de las colonias de la zona nororiente del Valle de México tocando su cilindro.
Alfredo viste una máscara de chango para emular al famoso “monito cilindrero” encargado de recolectar dentro de una taza las monedas que la gente les obsequia.
Desde hace varios años los jóvenes de 28 y 22 años se dedican a tocar el cilindro también conocido como organillo. Sus jornadas son de entre 8 y 10 horas diarias, donde llegan a obtener entre 250 a 350 pesos cada uno.
“Se sabe que los organillos llegaron a la Ciudad de México por primera vez en el siglo XIX, provenientes de Alemania. El organillo o cilindro es reconocido en toda Latinoamérica, aunque en la actualidad, solo en pocos países se sigue practicando este oficio: Chile, Argentina, España y México, y cada vez son menos las personas que lo realizan”, destacó Alfredo.
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Los dos jóvenes relataron que todos los días caminan aproximadamente una hora cargando el cilindro que pesa entre 42 y 45 kilos. Una vez que arriban a la calle o avenida que han elegido y donde saben pasan más automovilistas en promedio se quedan desde las 10:00 hasta las 19:00 horas.
El organillo es montado sobre un palo de madera como originalmente se hacía, actualmente varios organilleros empujan el instrumento que está montado sobre una base de acero con ruedas.
Alfredo es quien porta la máscara de látex por varias horas pero no le importa la picazón ni el sudor. Sabe que ha generado simpatías y los niños que viajan en los coches con sus papás sonríen cuando lo ven. Relató que trabajando en Veracruz no pudo vestir la máscara ya que ésta se derretía por los rayos del sol.
“Por eso nos regalan una moneda, porque en verdad tratamos de no perder la tradición y esta era la de traer a un changuito con una taza pidiendo monedas. Aunque ya somos una especie de artistas callejeros en extinción”, dijo.
Relató que mucha gente les dice que son muy jóvenes para dedicarse a este oficio que tiene muchas décadas, pero él es músico y le gusta su trabajo, reconoce que hay organilleros que lo hacen por falta de oportunidades laborales, destacó que también hay quienes siguen la tradición que pasó de los abuelos, a padres y ahora los hijos.
“Recuerdo que desde chiquito mi abuelita, me daba una moneda para cooperar con los organilleros que tocaban cerca de la casa y desde entonces me gustó. Considero que es un trabajo lleno de alegría y motivador”, dijo Alfredo
Refirió que el costo de un cilindro oscila entre los 25 mil y los 37 mil pesos, dependiendo el estado en el que se encuentran, aclaró que hay aparatos considerados como piezas de museo que son mucho más caros. El que ellos utilizan es original de origen Alemán y aún es manipulado mediante una manija, pueden tocar hasta ocho diferentes melodías.
Mencionó que ya existen cilindros más modernos tipo consola o rocola que están adaptados para funcionar conectando memorias tipo USB y que tocan canciones en inglés. Su equipo es rentado y al propietario deben pagarle entre 100 y 200 pesos diarios, dependiendo como les fue durante la jornada.
El joven organillero mencionó que la compostura de estos instrumentos oscila entre los 5 y 10 mil pesos. Debido a que lo trabajan todos los días por varias horas el cilindro algunas veces se desafina pero ya han aprendido a solucionar el problema, si se trata de alguna falla mayor, como el romper la manija o una de las cuerdas de los silbatos, lo llevan con el propietario quien radica en el poblado de Santa María Tulpetlac en Ecatepec.
“Poco o mucho pero si sale para llegar al otro día, ya cada dia hay menos organilleros pero nosotros nos seguimos aferrando al trabajo, a la tradición. Además de que nos gusta no es lo mismo que trabajar en una fábrica a donde a lo mejor vas a tener jornadas de muchas horas realizando un trabajo que nadie te va reconocer y esto es apreciado no solo en México ”, concluyó