Por más de ocho décadas, al menos cuatro generaciones de familias de maestros panaderos conservan la tradición de la elaboración del pan de muerto en las comunidades de San Pablo y San Mateo Tecalco, municipio de Tecámac.
Los visitantes a estas comunidades destacan que la combinación de los aromas de la flor de cempasúchil, el copal y el pan de muerto que provienen de los hornos tradicionales, es una experiencia única.
Días antes a la celebración del Día de Muertos, en las calles de estas comunidades se comienza a percibir el tradicional aroma del pan de muerto recién horneado, tradición que, aseguran los pobladores, ha sido heredadas de abuelo, padres e hijos desde hace cuatro generaciones conservándola y transmitiéndola a los más jóvenes.
Entre los artesanos panaderos más longevos está Reina García Rosales, de 88 años de edad, quien desde los 18 elabora el pan de muerto para “las almitas”, como ella cariñosamente les llama; orgullosa, mencionó que continúa esta tradición que aprendió de sus suegros y que ahora enseña a los más jóvenes de su familia.
Explicó que, a través de recomendaciones, su producto se vende en los estados de Puebla, Michoacán y de la Ciudad de México, ya que el pan al ser horneado con leña adquiere un sabor inigualable.
También mencionó que uno de sus secretos es elaborar el pan con amor y cariño, para conservar esta tradición que ha estado desde hace cuatro generaciones en su familia. Ella, como la maestra, enseña a sus nietos la forma de preparar la masa, para que formen los característicos “huesitos” de cada pan y no se deje morir esta costumbre.
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Juan, uno de los pobladores de San Mateo, relató que desde hace años recuerda cuando a su casa su madre, quien hace cinco años falleció, llegaba con el pan recién hecho pero entre tantos sabores, aseguró, siempre destacó el pan de muerto.
“Creo que todos los panes los hacen con los mismo ingredientes, harina, huevos, mantequilla y manteca; pero no sé, es algo único que tiene el pan que aquí hornean los panaderos que hace que venga gente de otros municipios a comprar”, dijo.
Relató que la elaboración del pan comenzó como algo netamente local, “para adornar el altar de los muertos”, pero su sabor era tan especial que quienes lo probaban comenzaron pasar la voz y desde hace muchos años personas de los pueblos vecinos y de otros municipios como Acolman acuden a comprarlo.
De acuerdo con la dirección General de Desarrollo Económico de Tecámac, hay registrados 30 hornos tradicionales de leña y piedra, 25 de ellos en San Pablo y cinco en San Mateo, cuyos propietarios conservan la tradición de elaborar pan, principalmente para el festejo del Día de Muertos.